- Levantate. ¡Ya! -
Sin entender, Pamela se sentó en cama. Como si fuera un barrilete al viento, su padre la agarró del brazo y la hizo ponerse de pie. Acababan de despertarla y de esa manera tan poco amable, así que no entendía que era lo que sucedía.
Levantó la vista y vio a su mamá, parada en la puerta de su habitación y llorando.
- ¡Mira como has puesto a tu madre! -
- ¿Qué pasa? -
Su padre le despejó por fin sus dudas:
- ¡Nos dijo Doña Inés que anoche te paseabas desnuda frente a tu computadora! ¿Con quien estabas chateando? ¿Qué estabas haciendo?! -
Esa vieja vino a contarles todo, pensó Pamela.
La noche anterior ella había conectado su cámara web. Antes lidió una batalla buscando los drivers para hacerla andar. Después de asegurarse que funcionaba bien, sacó de un cajón un cepillo antiguo, de madera de roble, que usaba su mamá de chica. Las cerdas ya no servían para peinarse bien, pero prefería ese cepillo antes que otro nuevo que tenía. Le guardaba cariño. A su madre le causaba gracia que ande peinándose con ese feo artefacto que seguro tenía muchos años, pero le gustaba que su hija lo conservara. Lo que ella no sabía era que su hija no adoraba su viejo cepillo por una cuestion sentimental. Ni tampoco el uso que le daba. Llevaba casi 1 año azotándose a solas el culo. Había descubierto el castigo corporal en una noche de insomnio mirando la película "Secretary" por un canal de cable. Eso le provocó curiosidad. Así fue que comenzó a probar: primero con sus manos, luego con una pequeña vara de mimbre que era un adorno. Hasta que un día encontró un viejo cepillo para el cabello en una caja con cosas sin usar que tenían en el garage. Y le encantó. Muchas noches lo descargaba contra sus nalgas. Su fantasía recurrente era ser una maleducada alumna de un colegio religioso donde castigaban así a los pupilos revoltosos. El doloroso ardor provocado por ese cepillo la llevaba a otro ardor que también era húmedo a la vez. Así, cada vez que ella se azotaba el trasero dejándolo ligeramente rojo, terminaba masturbándose intensamente. Después de aprender que aquello se llamaba spanking, comenzó a devorar todo lo que encontrara en internet respecto a eso. Y fue en una de esas noches donde empezó a madurar su deseo de encontrar un spanker/dom a distancia, para obedecerle y castigarse según él le ordenara. Por eso, el primer paso, era re-configurar la cámara web y ver que tal se veían ella y su culo por la pantallita. Estaba tan entusiasmada que olvidó cerrar las cortinas de su ventana. Cuando se dió cuenta de eso, vió a través del vidrio una luz en la ventana de su vecina. Y a su vecina parada, mirándola, desde su casa. Se quedó petrificada un instante. Cuando corrió a cerrar las cortinas notó que su vecina había apagado la luz. Automáticamente se le pasaron las ganas y la calentura. Se levantó su ropa interior y pantalón pijama, y se acostó a dormir. Le causó terror pensar que quizás llevaba viéndola largos minutos a ella dándose zurras con gusto en su trasero.
Pero mas terror le estaba dando ver así de enfadado a su padre.
Sin darle tiempo a formular una respuesta, su padre llevó sus manos a la hebilla del cinturón y tras desabrocharlo lo estiró bruscamente, sacándolo del pantalón.
Tampoco nunca había visto a su padre sacarse el cinturón, pero intuyó el desenlace.
Estaba más que familiarizada con esa clase de escenas. Le corrió un sudor frío por la espalda. Por primera vez en su vida iba a recibir un castigo de esta clase.
- ¡No papi, no lo vuelvo a hacer! - Corrió hacia la puerta pero su mamá le impidió el paso.
Ya habia dejado de llorar y su mirada destilaba enojo tambien. Y fue ella quien la agarró del brazo, llevándola hasta la cama nuevamente.
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Cuentos breves de spanking
AléatoireAcá podrán leer historias breves y auto-conclusivas, asi como también algunas divididas en 2 o 3 partes, siempre referidas al spanking ;)