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No quiero ser aguafiestas, pero el día les cae encima a los dos protagonistas y las respuestas nunca llegaron. Izuku esperaba un poco de claridad trás una noche de sueño, pero despierta como todos los días a la misma hora; se arregla, se viste, va a clases. Hitoshi por su parte supuso que trás una noche entera de insomnio por lo menos le darían ganas de buscar un doctor o un cirujano, pero no. El corazón es más terco de lo que esperamos.

Que romántico, se muere de amor. Peligro y se me muere antes de acabar esta historia. Crucen los dedos para que no sea así.

Hitoshi, entonces, mira el techo de su habitación, igual como lo hizo las pasadas siete horas y decide hablar con el profesor Aizawa. Eran las 8 de la mañana. En unos minutos saldría del salón de los de primero y se iría a la sala de profesores. Hitoshi sigue en el uniforme de ayer así que se levanta y se va. Pensarías que ese cabello necesitaría cuidados especiales, verdad, pero no. O tal vez sí, pero como es un fanfic, no.

Nadie lo vio deambulando por el dormitorio ni por los pasillos, todo estaban siendo buenos alumnos. Teniendo buenas vidas. Ahorrándose los problemas amorosos. Hitoshi ha de maldecir a todos los estudiantes que viven sus vidas despreocupados sin toser flores porque son personas normales que saben cuidarse de sonrisas brillantes y corazones sinceros. Hitoshi era un tonto chapado a la antigua, enamorado en silencio, adorando a la distancia, me sorprende que no se me haya ocurrido hacer que tosiera gardenias blancas. Significan amor secreto en hanakotoba, parece aún más adecuado, sin embargo, los lirios rojos son aún más dramáticos. Después Aizawa dirá por qué.

Hablando del diablo, justo iba a tocar la puerta a la sala de profesores cuando Shota abre de repente la puerta. Comparten una mirada confundida por un solo segundo. Creo. Pudo haber sido más tiempo, pero no soy un reloj para saberlo. ¿Qué tan normal es que la gente se quede viendo? ¿Y por cuánto tiempo? Esto solo pasa en el anime.

—Te ves fatal —le dice el profesor. El joven rueda los ojos.

—Siempre me veo así y lo sabes.

De entre los vendajes que usa alrededor del cuello, Hitoshi se imagina que Aizawa se está burlando de él.

—Supongo que por eso me pregunto por qué me acaba de decir tu profesor de primera hora que no te presentaste a clases.

Justo en ese momento, Hitoshi tose. Pedazos de pétalos rojos salen de entre sus labios y Hitoshi trata de que no se le caigan al piso. Estar enfermo no era excusa para ser irrespetuoso con su entorno estudiantil. Los guarda en el bolsillo de su pantalón de uniforme arrugado y voltea a ver a su mentor.

—Estoy un poco indispuesto.

—Ya veo —contestó Aizawa, su sorpresa reflejada en la altura de sus cejas en su cara. Los dos vuelven a mirarse intensamente, un tiempo indeterminado pasa.

—Vamos a donde siempre —Aizawa cruza el umbral de la puerta y empieza a alejarse—. No tienes nada mejor que hacer, ¿o si?

Hitoshi suspira y sigue a su mentor, su tos empeorando con cada paso. Bueno, o eso parece. Me pregunto cuánto más espacio tendrá Hitoshi en sus bolsillos para todos esos pétalos carmines.

En otro lado del campus, Izuku está tomando clases como siempre, la gente a su alrededor le hablan, él contesta, los maestros le preguntan cosas y él contesta, es hora de comer, él come. Sonríe, justo a tiempo. Responde, justo a tiempo. Nadie sospecha nada, ha de pensar. Pobre Izuku, ha de pensar un nadie lo pela, que nadie lo observa.

En ese mismo lado del campus, unas horas después, Katsuki está harto de que su amigo/rival/compañero/persona que le molesta más que nadie en el

Un clavel (por un segundo de tu amor) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora