Capitulo 3

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Capítulo 3

Arranqué la hoja, la hice pedazos y la tiré al bote de basura.
¡Pero que mierda estoy haciendo!
Me enfurruño en un mar de pensamientos de los cual la Sra. Roberts me despista.
-__. Necesito que limpies las recámaras de los jóvenes ¿Sí? -asentí apresuradamente y me dirigí hacia la planta donde son las recámaras de la familia Hutcherson. El pasillo es largo y una tenue luz blanca pálida se extiende por el largo pasillo estrecho. Había una que otra planta en las esquinas o al lado de las puertas de madera coloquial. Toqué la puerta de Sophie, aunque fue en vano ya que Sophie estaba en la escuela. Abrí la puerta y me encontré con una recámara más grande que la cocina de mi casa. Dios mío. Y solo duerme ella, sola. Mis hermanas tienen que dormir en la misma cama y yo en otra, en el mismo dormitorio. El cuarto de Sophie es espacioso y de color azul. No tiene princesas exageradamente o de color rosa la cama y los sillones. No como lo imaginé. Sólo es de color azul, con peluches, un sofá del monstruo come galletas y una cama de elmo. Esta niña no es muy femenina como creía...Me agrada. Yo tampoco fui muy femenina.
Empecé a juntar los juguetes tirados por aquí y por allá, limpié y barrí el suelo, desempolve los muebles y acomodé los muñecos. Arreglé las cobijas y cobertores de la cama y limpié las ventanas. No me llevo ni dos horas, una quizá. Salí de su recámara y por último limpié el nombre de 'Sophie' que se encontraba en palabras de metal pegadas a la puerta de Sophie. Recorrí hasta el cuarto de Connor, no fue muy difícil, a decir verdad. Tenía muchos cómics y muñecos superhéroes, posters de The Killers y Keane. Vaya, un buen muchacho. Sus libros desordenados por toda la mesa, hojas con información, libretas, anotes sin terminar. ¡Madre mía! Este chico si que estudia. Empiezo por los libros y luego por el piso, después arreglé la cama y acomodé los pequeños muñecos de superhéroes. Cuando salí de su recámara, no me había tardado ni una hora. Genial.
Por último, tuve que limpiar la recámara de Josh. Su nombre relucía en las placas colocadas en su puerta. El estaría en la universidad, así que abrí la puerta y la escena frente a mis ojos me impacto demasiado.
-¡Maldita perra! -gritó Josh furioso. Si no estuviera así de estupefacta me iría, pero sólo pude quedarme ahí, paralizada, con los ojos bien abiertos- ¿Qué no sabes tocar, maldita sea? ¿Nunca te enseñaron los modales? ¿Qué esperas? ¡Sal de aquí, estúpida sirvienta! ¡Lárgate imbécil!
Cerré la puerta. La imagen se quedó pegada en las paredes de mi mente. Josh tocando los pechos de una chica, la desconocí. Pero qué mierda...¿Josh no va a la universidad? ¿A qué hora metió a esta chica? No vi que saliera...Mierda. El es un jodido imbécil. Estoy harta, joder, harta. No voy a dejar que este maldito hijo de puta me venga a insultar como si fuera su sirvienta. No lo soy. Sólo soy una empleada que hace el aseo de la casa. Sólo porque su familia es reconocida y millonaria no tiene derecho a gritarme, a insultarme. No. Jamás me he dejado que alguien me falte al respeto, y Josh no será una excepción. Esta fue la última que le acepto. Si vuelve a insultarme de esa manera...Dios, juro que le pondré en práctica mis clases de boxeo con mi padre. Lo juro.
Caminé por el largo pasillo para regresar a la cocina. Mi corazón se estrujó poquito. ¿Pero qué...
Sentía cómo si me hubiera arrollado un camión. La mirada de Josh...fue como una puñalada. Sus ojos negros inyectados de rabia y furia. Llenos de odio...hacia mí. ¿Qué mierda le hice? No le he hecho nada. ¿Por qué es así? No entiendo nada, Joder...
Aún así, sentía un dolor punzante en mi pecho, su mirada me lastimo más de lo que yo creía. El estaba mirando a la chica con lujuria y, dos segundos después, me miraba como si fuera la peor persona del mundo. Sus ojos estaban completamente negros de rabia y enojo. Decidí que era una estupidez lo que pensaba, así que agité la cabeza para borrar los pensamientos.
Vi el reloj desesperadamente, ya daban las 7 y media de la tarde, en media hora saldría. Vamos estúpido reloj, avanza.
Sophie salió sollozando de su habitación.
-¿Qué paso, Sophie? -me puse en cuclillas para estar a su altura y le acaricié el hombro.
-Mi...muñeco...se...rompió -dijo entre sollozos y se limpiaba la nariz con la manga larga de su blusa. En su otra mano traía un muñeco de Woody de Toy Story con el brazo deshilachado.
-Oh, vamos, no llores, Sophie. -la abracé y ella estrujo levemente mi cuello con sus bracitos delgados y pequeños- Yo lo arreglaré ¿Vale? Ven conmigo.
La tomé de la mano y la metí a la cocina, la senté en un banquito. Busqué entre los cajones de la alacena hilo y aguja. Debería de haber algo aquí...
-Aquí está. -susurré y tomé la aguja e hilo del penúltimo cajón. Tomé a Woody y Sophie me miró cómo cuando esperas a que el doctor te diga como está alguien que tuvo un accidente. Comencé a pasarle la aguja y el hilo por el brazo de woody, uniendo poco a poco su brazo con su demás cuerpo. Después de unir todos los puntos con el hilo se lo entregué a Sophie.
-Sano y salvo -le sonreí y se lo di. Ella miró al muñeco estupefacta, cómo si no se lo creyera... Una luz apareció en sus ojos, estaba contenta. Cuánto daría porque mi hermana pequeña tuviera un muñeco tan hermoso como el de Sophie. Ella solo tiene muñecas mías viejas y deshilachadas, mugrosas.
-Vente Sophie. No tenías que decirle que te lo arreglara. Sabes que te podemos comprar más Woody's cuando quieras. -se acercó Josh, con el mentón hacía arriba, mostrando superioridad. Solté un bufido de burla, era gracioso que hiciese eso. Creo que se enfureció, no le agrado que me burlara.
-Pero yo no quiero otro Woody. ¡Gracias, __.! ¡Eres la mejor, en serio! -me abrazó Sophie y le sonreí, ella hizo a un lado a Josh y corrió a su habitación. Reí por el comportamiento de Sophie.
-¿Piensas que arreglando sus muñecos obtendrás su cariño? Ella no se encariñará con gente tan baja como tú. -dijo Josh. <<Pues tu estás más bajo que yo, de estatura>> quise decirle, pero me correrían inmediatamente, y yo necesito el dinero. Suspiré para no soltarle una palabrota.
-Ella es cariñosa de por sí. Ella si tiene corazón. -su mirada volvió a centrarse negra, muy obscura. La mandíbula se le tensó, pero volvió a relajar los hombros.
-No me vengas con ridiculeces, el corazón bombea sangre, estúpida. -me dijo, tenía razón. Soy una ridícula. El se acercó corriendo hacía mi. Mierda... ¿qué me haría? Sólo cerré con fuerza los ojos, y de ahí, sentí sus labios contra los mios.

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