El médico de mis ojos

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Dedicado a Elizabeth-Zoldyck

La medianoche llegó, lo supo por las campanadas que retumbaron en cada rincón de aquella fantasmagórica ciudad. No había ni una luz en las ventanas, tan sólo las farolas de las calles dejaban ver el reguero de sangre que sus pies descalzos dejaban tras de sí. Todo su cuerpo se entumecía con el frío de la noche, sus ojos vidriosos auguraban las inminentes lágrimas si no fuera por el shock que parecía tener. Sin un rumbo fijo, sólo deambulaba por las calles en busca de algo o alguien.

Sin fuerzas y tras varios tumbos, se desplomó en mitad de la empedrada callejuela. Sus ojos se fijaron en las flores de los balcones, tan hermosas y a la vez tan irónicas. Aquella calle sería su tumba y sólo esas flores serían testigo de su muerte. Cerró los ojos, dejando que la sangre empezase a verterse en los adoquines, que el frío se colase hasta sus huesos y sus ojos finalmente, encontrasen resguardo en aquel sueño del que no volvería a despertar.

¡Un médico! Eso era lo que estuvo buscando incesantemente durante la noche, un médico que ayudase a su familia, a su clan... a su mejor amigo que yacía muerto por haber tratado de defenderle, por haber hecho de señuelo. El clan de los ojos rojos se extinguía con su último aliento.

El frío que antes apenas sentía al moverse, ahora empezaba a colarse bajo su piel. El vapor de su aliento era lo único que pudo observar, ese vapor que tomaba la forma de humo blanco que se elevaba entre el frío de la noche. Cerró los ojos, intentando encontrar la paz que esa noche no parecía acompañarle y entonces, sintió los primeros copos cayendo sobre su pálida piel ahora teñida en sangre. Algunos de sus mechones dorados se habían convertido en rojizos, pero poco podía importarle al borde de la muerte como estaba. Sólo quería terminar de morir en paz. Con ese pensamiento y tras haber abierto un segundo los ojos para ver esos copos de nieve, volvió a cerrarlos, dejando escapar su último aliento que se aferraba a la vida con desesperación.

***

¡Calor! No era posible que sintiera calor pero lo hacía. Abrió los ojos con lentitud, todavía creyendo que debía estar en mitad de la calle. Tirado como un simple y mugriento muñeco de trapo al que ya nadie quiere. El recuerdo de los gritos, la sangre y las llamas le hizo abrir los ojos con mayor intensidad, derramando las primeras lágrimas que anteriormente no habían sido capaces de salir.

Una luz llegó desde el otro extremo de la sala, provocando que tuviera que llevar su brazo y cubrirse los ojos para evitar la molestia. Definitivamente no estaba en la calle y le quedó completamente claro al escuchar una masculina voz proveniente de aquella intensa luz.

- Estás despierto – escuchó antes de intentar moverse pese al dolor – no deberías moverte aún, estás muy malherido. Tus heridas tardarán en curarse.

Estaba vivo, eso lo entendía, pero aún seguía siendo de noche y él necesitaba volver, necesitaba volver a su clan con un médico y era lo único que importaba en ese instante. Todos contaban con él o al menos... los supervivientes. No podía abandonar a su amigo. Ese recuerdo le martirizaba. Con las pocas fuerzas que pudo sacar, todavía con lágrimas en sus ojos y con alaridos de dolor saliendo desde lo profundo de su garganta, intentó salir de la cama donde estaba, cayendo irremediablemente al suelo y preocupando a esa persona que le había hablado desde la puerta. Sintió sus manos agarrar sus brazos, casi intentando que volviera a la cama, pero él sólo quería recuperarse ligeramente del dolor antes de volver a moverse.

Incapaz de ponerse en pie, se arrastró por el suelo en busca de la tan deseada apertura que le daría la libertad nuevamente. Tenía que llegar de nuevo a su clan, tenía que ayudarlos a todos, pero ese pensamiento sólo hacía que las lágrimas salieran con mayor intensidad. Se sentía impotente en aquel estado tan deplorable en el que se hallaba.

El médico de mis ojos (Hunterxhunter, Leorio-Kurapika)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora