Una ultima vez.

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Y ahí me encontraba.
Donde todo empezó, visité ese lugar donde fuimos la primera vez, la primera cita con jugo y galletas, el primer beso, el primer recuerdo.

Tomé la rosa ya seca que guardaba como un tesoro en mis hojas de cuaderno, caminé  en circulos mientras aspiraba el aroma de la rosa marchita, cerraba mis ojos para disfrutarlo aun más.

Nuestro lugar era un campo verde con flores blancas a salida de la ciudad, era un lugar muy solo y por eso era nuestro favorito, solíamos sentarnos a charlar de todo lo que se nos viniese a la mente, luego nos recostabamos en él mientras observaba esos hermosos ojos cafés que tanto adoraba mientras suspirabamos y le susurraba entre besos lo mucho que lo amaba.

Por un segundo sentí su presencia, sentí su sonrisa, su calor.
Lo sentí a él.

Caigo de rodillas y aprieto la rosa marchita en mis manos mientras suelto en llanto.

¿Como podía la vida ser tan cruel?

El destino había puesto frente a mí al amor de mi vida y lo había arrebatado ya hacía 10 años de la forma mas cruel, lo había cambiado y convertido en una persona materialista e interesada, alejándolo de mí por personas con mejor clase social.

Solté gritos y maldiciones en aquel lugar donde hacía quince años habíamos estado juntos por primera vez, con una mano hice un pequeño hoyo con lágrimas incontenibles y amargas en mis ojos caer a mis mejillas y coloqué la rosa marchita, con la otra quité la cadena de plata que me había obsequiado con su primera quincena hace ya doce años,  y las sepulté.

—Es hora de dejarte ír... Te amo —susurré.

Me levanté de aquel lugar y sequé mis lágrimas, ahora estaba casada y tenía dos hijos de quien cuidar, y amaba a mi esposo con todo mi corazón, pero había algo de mi que le pertenecía a ese amor, a ese primer amor que jamás olvidaría sin importar que...

—Ya es hora—dije en voz alta.

Lloré por dos horas y el viento soplaba mas fuerte que de costumbre, la brisa caía y las hojas secas sonaban de una manera muy hermosa y peculiar.
Me abrazé muy fuerte a mi misma y suspiré.
Caminé a mi auto y conducí a casa.

—Una ultima vez, ya era hora de dejarte ir y seguir mi vida, nunca te olvidaré —dije secando mis lágrimas—Una ultima vez José.

Ruidoso Silencio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora