La mañana del martes me desperté sobre un plato de macarrones, aturdido por lo que había ocurrido la noche anterior.
Me duché y me tomé un café, salí de casa dispuesto a seguir mi plan al detalle.
Iba de camino a la oficina cuando me encontré con Clara que corría hacia mi gritando en un tono alarmante:
- ¡Corre, corre! ¡Tienes que venir a la casa del señor Villanueva!
No estaba prestando mucha atención a lo que decía, más bien a ella en sí. Clara era una chica de piel morena, esbelta aunque no demasiado alta, de melena larga y castaña, y unos grandes y brillantes ojos negros. Hasta su aroma vagando alrededor de mi me dejaba sin palabras.
Cuando volví a la realidad y reaccioné ante lo que me había dicho la miré extrañado y ambos salimos apresurados hacia la casa del señor Villanueva.
Nada más llegar a la calle se veían tres coches de policía y una montonera de gente. Fui a hablar con un par de policías que había fuera y les expliqué que yo era por así decirlo la única "familia" que le quedaba.
Me dejaron entrar a la casa. El cuerpo del señor Villanueva ( o lo que quedaba de él ) estaba desparramado por el suelo del salón - comedor. Tenía claros signos de tortura, aquellos desgraciados le habían hecho cortes en los brazos y desgarrado la piel como si quisieran hacerse un abrigo con él, le habían arrancado las uñas de los dedos (manos y pies).
Querían sonsacarle algo, pero él no habló; lo asfixiaron y después de muerto le cortaron la lengua y le escribieron en la frente:
- Ahora no hablo y con razón.
Salí de allí en cuanto pude, mi estómago se puso en desacuerdo con mi cabeza y vomité en medio de la calle.
La noche anterior no había visto con claridad todo lo que le habían hecho al pobre hombre, solo les ví a ellos encapuchados y al pobre señor Villanueva ya muerto en el suelo rodeado de un charco de sangre.
Clara me preguntó si me encontraba bien, contesté que no con la cabeza. Ella insistía en que le contara lo ocurrido. No lo hice, yo sólo quería saber por qué.
