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Capítulo 3

—Hola ¿Qué tal amaneciste? ¿Dormiste bien?

Abro las cortinas de la habitación y vuelvo al lado de la cama viendo como estira su cuerpo para espantar el sueño. Es temprano y hay que empezar por buen pie con ella ahora que ya confía un poco más. Sigo teniendo un ojo en esos chicos, pero a todo esto quiero que esta niña confiese todo lo que sabe, además de que investigare de mejor manera su vida.

¿El parecido con mi hermana muerta debe ser solo coincidencia? Ya veremos.

—Bien...
Sus mejillas Rojas al momento de despertar dan ternura. Niego divertida y acerco la bandeja con comida.

—A comer, que me imagino tienes mucha hambre —Asiente y acomoda mejor sobre la cama para poder comer. Volverme tierna y amable para sacar información no se puede considerar mentir ¿Cierto? cierto. Alice mira la bandeja y abre los ojos más de lo normal. Debe ser algo que le disguste—. ¿La comida no te gusta? Si quieres puedo mandar a que te hagan lo que tú quieras.

Niega. —No, es sólo que no había comido en unos días —Apenada y con las mejillas aún más rojas bajo la mirada—... y ver tanta comida me hizo sentir...

—¿Incómoda?
Intento adivinar fallando en el intento.

—No, quiero decir que... me hizo sentir con más hambre... —Las respuestas sin sentido eran lo suyo, pero necesitaba coherencia en su momento para hablarme de su pasado con esos chicos. Bufe con una risa.

—Ahora puedes comer lo que quieras, luego puedes darte una ducha. Hay más ropa para ti en ese armario —Señale a mi espalda—. Después puedes buscarme en mi despacho para hacer algo hoy.

No sé por qué, pero ella me hace sentir lo mismo que me hacía sentir Lucia. Cuando la cuidaba y siempre la pasábamos juntas como hermanas.

Sonríe, pero luego su sonrisa se borra y aparece una mueca.
—¿Qué pasa?

Me ve a los ojos y puedo notar como se cristalizan. —¿Y mis amigos? ¿Ellos... están bien?

Borro toda expresión de mi rostro. Aún no se sus nombres pero en lugar de tolerar su existencia, los estoy odiando.
—Linda, ellos están siendo tratados como tú, pero no me quieren decir lo que quiero, así que...

—¿Cómo nos encontraste? ¿Quién eres en verdad?
Pregunta seriamente sin dejar de comer, pero no la puedo tomar enserio, se ve demasiado tierna. Sé que debe de sentirse confundida, más de lo normal. Pero la de las preguntas soy yo y ellos mis prisioneros, aunque esta ingenua no lo sepa ahora.

—Mira, que tal sí terminas tú desayuno y después me buscas en mi despacho, así podemos aclarar dudas y conversar tranquilas, ¿Qué dices? —Asiente un poco insatisfecha. Yo también lo estoy, me saca de quicio no hacer las cosas a mi modo.

Me levanto de la cama y me dispongo a salir para darle un poco de privacidad, aparte tengo a una persona que esperar. Esto de ser niñera no va conmigo, no le puedo tocar un solo pelo porque mi Beta vendría con todas las ganas de asesinarme... aunque no pudiera hacerme daño alguno le temía a sus métodos por más estúpido que se viera.

Lo que debo hacer para conseguir información fresca y verdadera, no de investigadores que se basan en chismes.
—Adam vendrá para guiarte.

Sus ojitos se iluminan al mencionarlo. Parece que si se llevaron bien. Asiente y sigue comiendo. Salgo de la habitación y camino a mi despacho. Abro la puerta y me siento en mi silla, empiezo a ver todos los papeles que tengo regados por el escritorio, algunos son de otras manadas y sus solicitudes para hacer más casas o edificios. Otros son para informar el número de habitantes en sus manadas, los más privados tratan de un aumento en muertes.

✔ La Alfa Fría ©️ [ENBUENOVELA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora