Capitulo 2

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Los rayos del sol atravesaron la ventana sin cortinas o visillos, llegando justamente en mis ojos y logrando, así, que me despertara. Hoy tendria que volver a la secundaria. Me levanté, sintiendo un pinchazo de dolor en el pecho, justo dónde papá me había roto la costilla. Gemí por lo bajo, para luego ignorar el dolor e ir a buscar algo de la única ropa que tenía y que aún me quedaba. Sobre una desgastada silla de madera, tenía mi ropa.

Me puse una remera corta y un Jean y las zapatillas covers, lo bueno es que eran de mi madre y ella antes de que muriera me lo había regalado, me puse un bozo grande Saqué mi bolso donde estaban mis libros y cuadernos, agarre mi mochila 

Sabía que a esta hora mi padre ya había salido a trabajar, era Martes, hoy le pagarían y me libraría de una noche sin golpes, ya que era obvio que saldría a emborracharse por allí. Bajé las escaleras, maldiciendo en voz baja cuando sentía puntadas en mis costillas. Salí de casa 

A mi, aparte de recibir golpes, insultos y maltratos en mi casa, también los sufro en la escuela. Y cada día parece ponerse peor.

Todo por Aimé Lubert. Ella es la chica popular de la secundaria (no conozco una que no la tenga) y junto con sus amigas, se divierten haciéndome la vida imposible. ¿Podrían creer si les digo que ella alguna vez había sido mi mejor amiga? Fue hace años, las dos teníamos 12 y, cuando le conté lo que le había ocurrido a mi madre, ella se había alejado de mi sin decir nada y comenzó a juntarse con las personas que dicen ser sus amigas. No sé que fue lo que pasó, o que fue lo que hice para que ella se alejara de mi y comenzara a maltratarme física como psicológicamente. Y de todas las formas posibles.

A lo lejos pude ver la secundaria Easton Warren. Una construcción enorme, pintada por fuera de un color beige desgastado, con grandes áreas verdes y grandes zonas para juegos deportivos del equipo de la escuela. Caminé a pasos lentos, preparándome mentalmente para los insultos que recibiría al acercarme más allí.

Mientras avanzaba, lograba ver como las miradas de los grupos que se juntaban fuera del establecimiento para cuchichear antes de clases se posaban en mi. Si las miradas mataran… Me negué a mirarlos con temor.

Uno de los chicos que jugaba en el equipo de la escuela se acercó a mi a grandes zancadas, mientras miraba de reojo a sus amigos del mismo equipo y reía para él mismo. Aaron posó su mano sobre mis hombros, mientras me miraba y alzaba una ceja.

—Pero miren quien llegó. Pensé que no vendrías, rarita.

Rarita. Hace mucho que no me llamaban así, hace dos semanas que no escuchaba ese apodo.

—Aléjate de mi.

—Wow, parece que alguien se levantó de pie izquierdo esta mañana, ¿eh, gatita?

Me aparté de él con un empujón, para luego sentir unas manos en mis hombros. Suspiré exasperada, ¿hasta cuando tendré que seguir soportando tantos abusos? El que se encontraba atrás de mi me quitó mi dañado bolso y comenzó a vaciarlo en el suelo, para luego tirarlo hacía un charco de lodo húmedo, creado por las regaderas automáticas.

—¿Sabes rarita? 

No respondí.

—Te hice una pregunta, tonta.

Mordí con fuerza mi labio inferior, tan fuerte que estaba segura que me lo estaba rompiendo. Levanté la vista hacía él.

—¿Qué?

—Eres estúpida.

La campana sonó. Aaron sonrió satisfecho y se fue con sus amigos mientras reían y entraban. Yo solo tomé mis libros, cuadernos y lápices y fui a ver el bolso. Estaba empapado y más sucio que antes, ya no lo podría llevar así. Bajé la mirada mientras suspiraba. Llegaría tarde a clases. Tomé bien el pesado material y, con la cabeza gacha, comencé a caminar hasta entrar e ir a mi casillero. Saqué la llave del bolsillo de mis jeans y lo abrí, seguido deposité los objetos dentro ordenadamente y lo cerré. ¿Qué daño me haría faltar a una clase? Guardé mis manos echas puños en el bolsillo del polerón y fui a los baños, mientras intentaba que la rabia e impotencia no se adueñaran de mi. 

Al entrar, me llevé una no deseada sorpresa. Allí, frente al espejo y maquillándose, estaba Aimé, junto con sus amigas, Dann y Lucy. Las tres me miraron, pero vi como una sonrisa cínica se formaba en los labios de Aimé. Ella dejó el lápiz labial a un lado y me miró fijamente.

—Vaya, vaya. Miren quien se apareció al fin. Ya me empezaba a aburrir.

Me alejé, e intenté salir del baño antes de que me hicieran algo, pero no funcionó. Dann me había agarrado del brazo y empujado hacía dentro, mientras que Lucy aprovechaba de bloquear la salida. Provocó que tropezara y caí al suelo mojado y sucio.

—Levántate, tontita —me dijo entre risas Aimé.

Me levanté, no quería que se enfadara ya que eso lo haría peor. Bajé la cabeza.

—Me das pena, rarita.  

Me agarró con fuerza una mejilla, yo solo la aparté con fuerza. Ella me lo devolvió con una bofetada muy fuerte y demasiado cerca de la cien, provocando que volteara mi cabeza hacía el lado contrario, gimiendo por el ardor que se formó en el lugar del impacto. Coloqué mis manos sobre mi ojo que ardía como nunca, mientras las lágrimas comenzaban a salir.

—No vuelvas a poner las manos sobre mi, sucia. ¿Entiendes?

Asentí, sin moverme, mientras sentía como las tres abandonaban el baño.  

Sálvame (Zayn y tu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora