“Los dos días más importantes de tu vida son el día en que naces, y el día en que descubres por qué.” - Mark Twain
Un impacto seco en el pecho agarró a Jack del cuello y lo sacó de su sueño. El libro se encontraba sobre él, abierto, a la espera de que se levantase de la cama.
-Maldita sea, un golpe más de esos y me partes por la mitad, pedazo de bruto... -replicó Jack.
“Hora de levantarse, perezoso”, escribió el libro. El chico miró el reloj que colgaba de la pared, eran las 6 de la mañana.
-¿No es muy temprano aún? -dijo mientras bostezaba y se desperezaba.
“Nunca es demasiado temprano”, le reprendió. “Abre el armario, tengo un regalo para ti”. Jack se levantó y caminó hacia el armario sin equilibrio aparente. Al abrir, algo se abalanzó sobre él y cayó sobre su propio trasero. Era un conjunto nuevo formado por una chaqueta, camisa, pantalón, zapatos y gabardina. Esta vez la gabardina le quedaba bien, pues la de su padre era de corte más estrecho y menos larga. “Es una gabardina mágica”, informó el libro ante la atenta mirada de Jack. “Cada uno de sus bolsillos tiene la capacidad de un baúl grande, y nada de lo que metas pesará. Abre también la caja que te he dejado ahí, en la esquina”. Dentro de dicha caja había un revolver y 6 balas. “Nunca tendrás que preocuparte por la munición de ese arma, no se agota”.
-Eh... gracias, muchas gracias... ¿pero dónde has conseguido todo esto?
“Piensa un poco, Jack, estás hablando con un libro. Un libro mágico. No tengo mucho poder, pero sí que sé hacer algunos trucos”.
-Es cierto, vaya tontería la mía -admitió sonriendo brevemente- Por cierto, ¿cómo podría llamarte?
El libro esperó unos segundos antes de escribir la respuesta, como si estuviera reflexionando. “Ney, puedes llamarme Ney, aunque no tengo nombre. Ya no lo recuerdo”.
-Vale Ney, voy a desayunar. Ahora vuelvo -dijo el chico, saliendo hacia la cocina.
Jack preparó unas rebanadas de pan con mantequilla y ya estaba sentado frente a la mesa cuando de pronto Ney volvió a tirarse encima suya.
-Mira, tengo la chimenea ahí mismo, no me tientes, ¿eh? -exclamó.
“No lo harías, sé que no lo harías. Coge esas rebanadas y cómetelas por el camino. Debemos llegar a tiempo, o si no nada de lo que te diga tendrá efecto. Tienes que llegar al Hospital psiquiátrico de Bethlem antes de las 8 en punto. Una vez entres allí te daré las instrucciones necesarias para encontrar al primer Holder, conocido como el Holder del Fin”.
Un escalofrío le recorrió la espalda. Sin perder un segundo, metió el revólver ya cargado y el libro en uno de los bolsillos, aún cuando era físicamente imposible. Cogió un par de latas de comida, agarró las rebanadas con la boca y se marchó.
El gran reloj que se encontraba en la fachada de mármol del Hospital de Bethlem marcaba las 8 menos 5. Jack había llegado a tiempo. El jardín de la entrada era inmenso, tanto que casi parecía una de esas pesadillas en las que por mucho que andes nunca llegarás a donde te diriges. Una vez alcanzó el portón, se echó a un lado y sacó el libro.
-Vale, ya estoy aquí, ¿qué tengo que hacer ahora? -susurró Jack.
“Ve hacia ese secretario y pregunta por el Holder del Fin. Si alguien pide que le sigas, hazlo”, escribió el libro.
ESTÁS LEYENDO
The Holders
HorrorLos Objetos siempre han estado ahí, entre nosotros, custodiados por Holders. Esperando la llegada del Buscador entre Buscadores, el Elegido, capaz de reunirlos a todos. Jake es un huérfano de 17 años que acaba de perder lo único que le quedaba en es...