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Sophia Lenner. — Londres; 5 de Junio.1913

Hermoso, preciado diario de mis anhelos:

No puedo dejar de rebosar de alegría, hace un par de minutos que he llegado de la gran celebración. Cómo podrías averiguar, todo ha ido de maravilla y me siento la mujer más feliz del mundo. Las ganas de correr por las amplias calles gritando, anunciado mi felicidad están presentes. Pero en vez de eso, suspiró y relato de manera tan rápida y efusiva lo que he vivido.

La mañana no interesa , en la tarde simplemente nos hemos arreglado por horas y finalmente al anochecer, nos dirigimos al salón tan hermoso en un coche negro. La celebración comenzó en una recepción en las afueras del salón, yo murmuraba con Eliza mientras nuestra madre saludaba a quienes conocía debido a sus viajes.

Luego de media hora entramos al salón, la iluminación se veía perfecta. Los colores cremas congeniaban idealmente con el marfil y dorado de la decoración, todo era hermoso. Las mesas amplias se veían servidas de diferentes alimentos y copas, bebidas de todo tipo.

Por unos momentos mi madre nos había presentado a diferentes muchachos, todos igual de elegantes y educados. Al menos eso demostraron. Aquello comenzó a cansarme en cierto momento, sólo veía caras tras caras como si tuviera que elegir alguna, sin barco había encontrado el momento ideal para alejarme.

Un hombre de ojos claros y buen porte se había acercado saludando a mi madre, su sonrisa llegaba a verse un tanto embustera.

Niñas, él es el Sargento Stan.

Un gusto, señoritas. — Su voz era grave y un tanto seductora. Con caballerismo beso el dorso de nuestras manos, primero la mía y luego la de Eliza. En tal momento su mirada dirigida a mi hermana menor llegó a parecerme picara.

Eliza solo asintió, sin embargo no todo quedaría allí. Una conversación había iniciado, donde la menor era parte de aquello y es que el señor Stan se veía sumamente interesado en ella. Vaya suerte.

En medio de aquella conversación aproveche para alejarme, un tanto maleducada al no avisar, sin embargo sabía que mi presencia era un adorno entre ellos. La música tan suave resonaba por el gran salón, de tal modo que algunas personas comenzaban a bailar. Sonrei con emoción mientras de un descuido giré en mi lugar, caminando en reversa mientras posaba mis ojos en las parejas que danzaban a la perfección.

Fue entonces que pasó, choqué con un cuerpo que me hizo girar de la sorpresa, dispuesta a disculparme fije mi mirada sobre él. ¡Y DIOS! lo vi, al hombre más hermoso que he visto en mi vida. Con los ojos oceánicos más sorprendentes y una sonrisa de ensueño.

Me quede estática, ¡helada! ante su mirada, él solo dejó escapar una risa muy especial.

—¿Esta bien? — Su voz me encantó. Si la de Stan me pareció atractiva, sin duda esta era mil veces más.

Lo-lo siento. Me perdí observando a las parejas bailar y no me di cuenta. — Musité algo tímida, nerviosa ante su mirada tan intensa. El solo volvió a sonreír.

Esta bien, es algo digno de admirar. — Contestó ladeando su rostro, en una expresión que no pude descifrar. — ¿Usted no baila, señorita…?

Lo entendí, solo quería saber mi nombre. O al menos eso descifre, todo en mi interior era un torbellino de emociones.

Lenner. — Respondí al instante. — Sophie Lenner. Y no, no tengo con quien bailar.

Capitán William Nichols. — Se presentó e inmediatamente me extendió su mano. En ese instante incluso su mano me parecía perfecta. —Bueno, yo tampoco así que podemos bailar juntos.

No lo dude, ¿quien lo haría? tomé su mano al instante. Sintiendo mi corazón latir con fuerza ante su solo tacto. Él sonrió como una gentileza tan atrayente que me hizo flaquear. Con elegancia me guió hasta el centro de la sala donde el baile daba lugar, seguido se puso a mi frente y sin aviso posó su otra mano en mi cintura, yo la posé sobre su hombro mientras nuestras manos seguían unidas, entrelazadas. Comenzamos el baile, un vals tan melodioso como único. Su voz no se hizo esperar, diferentes preguntas salían de su boca haciéndome estremecer ante la idea de que quería saber más de mi, y sin duda yo no me quedé atrás.

He averiguado su labor con el país, su edad —27 años—, que es hijo único, que vive en Londres e incluso su comida favorita. Me sentía en una nube a su lado, su risa parecía música.

El baile terminó con la canción, sonriendo el hombre tomó mi mano para besarla. Creo que podría soñar toda la noche, o toda mi vida con aquel tacto tan dulce en mi piel. Y todo hubiera seguido ideal, si no hubieran llamado a los presentes a una cena.

Nos separamos con unas palabras y la promesa de volver a bailar.

Volví entre suspiros con mi madre y hermana, quienes me observaban sabiendo la existencia de aquel hombre, y sin duda, sin dejar de atarme con preguntas. Me sentía feliz.

La cena fue exasperante, horas en una mesa enorme observando a lo lejos a aquel hombre de ojos oceánicos. La comida estaba rica y el vino igual, pero quería volver a estar junto a él.

Lo interesante siguió horas después, cuando tras la cena comencé a buscar a aquel hombre con una copa en mano. Pasé al menos media hora y había comenzado a frustrarme. Respire profundo al darme por vencida, dirigiéndome a una de las mesas terminé mi bebida de un trago para dejarla sobre la superficie blanquecina, para mi mala suerte él me vio.

Vaya, por lo visto sabe beber.

Su comentario me llenó de vergüenza. Maldiciendo en mis adentros me voltee para encararlo, negué con suavidad.

No, bueno, estaba muy dulce. — Me excuse absurdamente. Él solo rió.

Volvimos a bailar, volví a tomar su mano y la emoción siguió. Lamentablemente la luz se acaba y no podré terminar de relatar con lujo de detalle, amado diario. Pero al menos, he podido calmar un poco la emoción de mi corazón.

Tras las altas horas de la noche, mi madre en la lejía me indicaba que era hora de irnos. Algo que él pareció notar.

Se despidió de mí con un beso en mi mano, claramente pudimos intercambiar datos para volvernos a ver. Algo que he escrito en la tapa de este diario, para no olvidarlo. Luego como una niña, volví con mi hermana para tomar su brazo, llena de felicidad hemos vuelto.

Dios, si realmente me has mandado un ángel, déjame decirte que es el más hermoso que pudiste haber enviado.

Ah, queridas hojas blancas. Mañana será otro día, ansío volver a verlo, a mi querido Will. —Mío aunque aún no lo sepa.

Querido Will. || Tom Hiddleston.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora