Los días pasaban más lentos en Ursus, era un hecho.
No hablo en sentido figurado, sentimental o de propia percepción, sino como una realidad precisa donde las horas se extendían por lo que parecían jornadas completas y la luz no menguaba por un tiempo imposible de contar.
Durante su largo pasaje, el sol peinaba con su calidez cada punta de la flora magistral que cubría la tierra, igual que las fastuosas edificaciones de ornamentos delicados cual pétalos. Sin duda, era aquel un paradero espectacular, tan inefable como aterrador y nefasto si se inspeccionaba muy a fondo. Yo, que habité en él por años, había visto sus lugares más oscuros, oído sus más silenciosos suplicios y degustado sus más amargos tragos.
La realidad es que el legendario Ursus no dejaba de ser más que un micro-mundo podrido de apariencia ostentosa, justo como el del que yo venía, aunque allí el ostento fuera un simple ser desfalleciente contando los últimos momentos que le quedan para brillar.
No le hacía, en absoluto, justicia a su historia.
Llegar allí es casi como volver a nacer, en brutas palabras. Eres un lienzo completamente en blanco, listo para ser pintado con una experiencia enteramente nueva, con otros colores y otro pincel, dejando el libro abierto a una vivencia fascinante pero a la vez peligrosa. No obstante, uno no siente el peligro cuando está extasiado y, créanme, cuando se llega a Ursus se está ridículamente extasiado.
Los primeros días son una maravilla, me atrevería a decir que incluso los primeros meses son buenos también. La calidad del después está, en un considerable porcentaje, en el hueco de tus manos. Está quien sabe moldearlo de forma correcta y el que desequilibra la arcilla en una torpe creación, allí se te da la posibilidad de ser cualquiera de los dos. Lo malo de esta metafórica vasija, es que es imposible rehacerla. No hay borrones ni cuentas nuevas, no hay segundas oportunidades. Aquel renacer es todo lo que tienes; Ursus, de por sí, ya es la segunda oportunidad.
Cuando apenas arribé me sentí como una niña en una confitería, pasé la estación de registros con una agilidad excesivamente buena para ser real y mi humor sólo mejoraba con los minutos. Me subí al primer tren que vi que me llevaba al centro, junto con un par de personas que también esperaban emocionadas como yo. La luz pegaba de forma sutil contra el vehículo, filtrándose algunos rayos por las ventanas y dándole al ambiente un tinte entre anaranjado y rosado que jamás había visto. ¿Acaso el mejor lado del sol estaba ahí, iluminando Ursus? Era una contundente posibilidad.
A medida que avanzaba las construcciones adquirían altura, formándose a un ritmo perfecto el auge de la majestuosidad. Es posible que no haya palabras existentes para describir el esplendor de aquella ciudad amurallada. Cada punto de luz, cada detalle en las fachadas, cada flor creciente en la más salvaje de las contorsiones, todo se tornaba armonioso a los ojos y yo no despegaba los míos de aquel espectáculo. Durante la caminata aprecié cada elemento a mí alrededor, entré a todas las tiendas que pude y finalmente, cuando ya no pude silenciar el rugido en mi estómago, me adentré en un bar.
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Guía para matar en Ursus.
FantasyEl lugar donde todo es posible. El lugar donde serás quien no fuiste y deberías haber sido; donde tendrás las oportunidades que no se te dieron; donde el sol caliente hasta el punto perfecto y la lluvia deje siempre un arcoíris detrás.