XXII

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Sentada sobre el banco y yo sobre el apoyador del pasamanos, veía tus deslumbrantes ojos azules brillar contando tus historias de la vida, y yo con mi cara anonadada hacía gestos para simular que ponía atención a tus palabras y no a tus labios. La nocturna me helaba la piel, pero tu belleza calentaba el alma mientras tus labios bailaban con tu voz al son de las historias de vida que se compartían en la oscuridad que nos rodeaba junto al imponente ruido de una ciudad como Bogotá. A cada cara o sonido que yo hacía en referente a tus anécdotas tú me dabas respuesta con tu sonrisa.

Invierno LluviosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora