-Has cambiado hartas cosas, ¿no? Acá tenías... un librero.
-Hace tiempo que lo hice sacar -le explica Chile a Paraguay-. Ahora este lado de la casa es de las guaguas. Acá comen, duermen, allí les tengo hartos cojines y frazadas...
Paraguay se asoma a la habitación. Los perros de su amigo le miran, acurrucados y tapados con mantas. Chile ya les había mandado a acostar y les tenía con la luz apagada. Sus colas empiezan a moverse, entusiasmados por la presencia de un extraño.
-Acuéstense -les dice Chile, apagando la luz-. Mañana se presentan. ¡Oye!
Paraguay se ríe de Chile, al ver que empuja a los perros con los zapatos para poder cerrar la puerta. Mientras espera al dueño de casa, la tetera silva.
Son las dos de la mañana. Chile le tiene preparada la habitación de invitados hasta con el guatero puesto, lista para que se pudiese utilizar nada más llegar.
-¿Un tecito? ¿Para el frío? -le ofrece Chile, sacando un par de tazones. Paraguay se soba las manos.
-Bueno.
-Ya sé. Te voy a dar algo mejor.
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Día 1.
El día está para quedarse en casa. La habitación en que duerme Paraguay permite ver el jardín y a la gente que pasa por enfrente de la casa y la mañana no parecía querer despertar. Qué bien se estaba en cama. Chile no le iba a molestar si se quedaba un ratito más allí.
Al rato aparece su amigo en la puerta, llamándole y pidiendo permiso para entrar.
-Voy a la pega ahora, pero me voy a desocupar temprano yo creo -le avisa-. Hay pan en la cocina, siéntete como en tu casa.
"Siéntete como en tu casa", por qué parece un deja vú. Esto ya lo ha visto, Chile en la puerta y él en la cama, medio dormido. O al menos en su imaginación es así.
Cae en el sueño.
¡Cierto! No fue Chile el de la puerta y la despedida. Había sido él mismo. En aquella ocasión, a mediados de los setenta, Chile había sido quien le había visitado. Se la pasaba en cama la mitad del día, durmiendo, demasiado agotado para prestar atención. Me duele. Me duele todo. Paraguay sintió lástima por él. Chile era más débil de lo que podría haber imaginado. No una debilidad notoria o física, sino emocional. No puedo más, me gritan dentro de mi cabeza. Paraguay no podía hacer mucho, salvo drogarlo lo suficiente para acallarle los fantasmas. Ya se te pasará. Te vas a acostumbrar. Ten, bebe esto, te va a quitar el dolor de cabeza. Cúbrete bien, estás temblando.
En medio de su nublosa mente, Paraguay vuelve a quedarse dormido.
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Día 2.
-Para ser tan organizado, sos bastante desordenado -comenta Paraguay, guardando la loza seca. La cocina luce impecable, Chile no podía creerlo cuando lo vio. Le había agradecido con cierta vergüenza, excusándose en que estaba esperando un mejor momento para limpiar a fondo. Paraguay había quitado el polvo de la casa y barrido, ni siquiera es que hubiese movido mucho las cosas, pero se notaba la diferencia... Chile la notaba.
-De verdad no tenías que... Te pasaste -expresa boquiabierto-. Pero qué vergüenza.
-No es nada, amigo, ¿no estamos para eso?
Claro que sí, los amigos están para eso.
Son conocidos por las circunstancias. Se tienen estima aunque se vean pocas veces, y recuerdan al otro con cariño.
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