Ozaru

326 48 59
                                    

Para Jara,
mi princesa saiyan.

Desde su boca, acumuló una cantidad ingente de energía que proyectó sobre la figura que la molestaba desde el aire, intentando controlarla pero sin herirla:

—¡Bra! —gritó su padre, desbordado por la situación y esquivando la potente ráfaga de ki— ¡Maldición! Aún es un bebé, es imposible que me entienda.

La descomunal mole de músculo y pelo azul en el que se había convertido su hija pequeña rugía, pateaba el suelo y espantaba a la población de la Ciudad del Oeste que paseaba en ese momento cerca de la Corporación Cápsula.

En su primer cumpleaños, su hermano había pedido un extraño deseo a Shenlong para ella: la luna llena. Impresionado por la cantidad de leyendas que había oído y leído sobre el enigmático satélite, decidió hacerle el regalo más colosal a su amada hermana pequeña, desconociendo la consecuencia inmediata que acarrearía en el cuerpecito de niña, a la que aún no habían desprendido de su cola saiyan.

Los ojitos de Bra quedaron hechizados instantáneamente por la luz que desprendía el astro y… lo demás es historia: un monstruo azul bramando, rugiendo y destruyéndolo todo, una ciudad sumida en el terror y el caos, y una familia tratando de controlar la situación.

—¡Trunks! ¡Córtale la cola!

Bulma llamó a su hijo mayor, empuñando un gran cuchillo destinado a servir para partir la gigantesca tarta dedicada a la cumpleañera, y éste voló hacia ella esquivando los pisotones y los escombros que producía su hermanita con cada movimiento en torno a los edificios de la urbe.

—Mamá —Tomó el cuchillo cuando llegó y le apremió, mirándole intensamente a los ojos, desorbitados por la sorpresa y la culpa—, corre hacia el sótano, sabes que es a prueba de bombas, no te quedes aquí fuera.

—Pero tu hermana…

—Papá y yo nos encargamos de ella —El niño le sonrió infundiéndole confianza—. No le haremos daño.

Desoyéndole, buscó un lugar seguro donde refugiarse y observar como revertía la metamorfosis de su adorada y poderosa niñita.

Trunks volaba en torno a su hermana y ésta lanzaba manotazos para estampar a su, en ese momento, molesto enemigo, llevándose por delante la fachada de un centro comercial y el puente por el que circulaban los coches sobre la ciudad en su apresurada huida.

Una suerte de pequeñas esferas de energía volaron cerca del oído de la ozaru azul, distrayéndola de su objetivo y fijándolo en su padre que adivinaba los planes del chico:

—¡Yo la contengo y tú se la cortas!

El niño asintió y dejó que Vegeta se hiciera cargo de molestar al gigantesco simio, sin lastimarla. En un momento, la cola quedó expuesta para él y su improvisada espada, que cercenaron el rabo en un movimiento limpio.

Vegeta se había dejado atrapar por las garras del monstruo para tenerlo distraído y, cuando notó que la presión en torno a su cuerpo disminuía, descendió y se preparó sobre la calzada de la ciudad para atrapar entre sus brazos a la pequeña y dulce niña que era en realidad su hija, dormitando exhausta.

Bulma corrió al encuentro de su familia desde su escondite, aliviada al fin.

—¡Uf! Ha faltado poco, ¿eh?

Bulma y Vegeta dirigieron una mirada severa al responsable de ese comentario y del estúpido deseo que originó ese desastre.

—Vas a estar un buen tiempo sin entrenar, mocoso.

OzaruDonde viven las historias. Descúbrelo ahora