A su pareja se le había ocurrido adentrarse de una forma caótica en su vida... y desaparecer.
Amarse fue consumirse por entero con la única persona del universo que lograba amortiguar la furia que contenía.
Sin embargo, ante su repentino adiós no hu...
Entonces llegaba un momento en el que... Sentías que sí le pertenecías a alguien... Y también en el que... Debías imaginar otra posibilidad... Una en donde tenías que negar todo lo demás.
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Katsuki despertó con el ardor intenso en su pecho, entre abrió ligeramente sus ojos y acopló su vista lo mejor que pudo. Por primera vez en días enteros sus ojos se toparon con los rayos del sol que vacilante salía de su escondite nocturno. La cabeza le dolía, tragó en seco. Y sintió con extrañeza algo tan tibio en su muñeca, sabía que había sentido aquel calor corporal en su vida... Pero no era aquel que su cuerpo anhelaba. Se giró para ver el rostro de su madre recostado sobre la cama tan blanca, mientras se aferraba a su muñeca. Su cabello antes rubio, ya tenía marcados los años con algunos cabellos platinados. Notó que había lágrimas secas en sus mejillas. Eso le molestó, su madre no lloraba. Ella le había enseñado que llorar era perder el tiempo. Esa mujer, no era su madre. En ese instante le pareció la mujer más desconocida del universo. Molesto giró su rostro y observó al hombre que era su pilar. Sentado del otro lado de la cama. Y la molestia se acrecentó en su pecho. Sin cuidado alguno retiró su mano del fiero agarre de su progenitora. -Katsuki -la había despertado -¿Cómo te sientes? -su voz preocupada lo molestó el doble.
-¿Qué haces aquí? -su voz salió tan ronca que le dolió la garganta. La mujer lo miró por un largo rato, y luego a su esposo, quién se había despertado también -¿Qué carajos hacen aquí? -comentó molesto, sintiendo el calor en sus manos como cuando estaba a punto de explotarlas.
-Estás en el hospital, hemos venido a verte Katsuki -la voz de su padre era calmada como siempre, pero le molestó más que nunca.
-¿Y porqué mierdas estoy en el hospital? ¡Yo estaba en casa! ¿Quién fue el de la idea tan estúpida el traerme aquí? -lo que había comenzado con una contestación molesta había terminado en gritos y movimientos bruscos para quitarse las agujas que atravesaban su piel y los cables que monitoreaban su estado. El pitido le molestó, empujó a su madre como pudo y se levantó con las piernas tan débiles que le temblaron. Caminar nunca había sido tan difícil. Sólo había olvidado cómo usarlas y no reviviría ese momento. Gruñó y luchó contra el mareo ignorando las palabras que se convertían en gritos de sus padres. Abrió la puerta sin importar nada. Él sólo podía pensar en esperar, buscar y encontrar a alguien. Su madre logró retenerlo con fuerza de su muñeca y a jalones siguió saliendo del lugar.
-¡Suéltame vieja bruja! -era una rabieta del niño pequeño que alguna vez fue, pero no se volvió a permitir ser después de los daños que le hizo a ella misma.
-¡Basta Katsuki! -no era reconfortante ver la cara de su madre llena de preocupación y sus ojos llenos de lágrimas. El mencionado siguió jalandose.
-Me tengo que ir... Suéltame... -casi lograba sacar todo su cuerpo de la habitación, las personas alrededor observaban la escena en un silencio tan pesado que se podría cortar.