20: I wanna be the person to put a ring on your fourth finger

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Tres años en constantes viajes a Gwangju solo para verla. Cada vez que Sehee iba a Seúl dormía en mi pequeño departamento que me había financiado apenas me gradué. Era nuestro pequeño y dulce hogar. Ella había puesto un pequeño negocio que dirigía su hermano mientras ella seguía dando clases y capacitándose seguido. Sehee era la mujer perfecta. Era inconcebible que casi nunca pelearamos y si pasaba era porque uno se quedaba dormido mientras hablábamos en la noche, o algún par de celos.

Sehee era bella y tenía pretendientes. Ella era celosa por mi pasado, pero siempre había confiado en mí. Nunca la jodería con ella.

Finalmente le había ayudado a conseguir un trabajo en Seúl en una escuela privada. Al inicio se había rehusado, puesto que no quería incomodarme o aprovecharse por solo vivir conmigo, pero la quería lo suficiente para que invadiese mi vida.

Miré el anillo que tenía en mi bolsillo y luego lo guardé, esperando que ella llegara. Quizá era abrupto, pero llevaba más de tres años conociéndola. La amaba con locura y quería casarme con ella. Estaba nervioso puesto que mis manos no dejaban de sudar y mis labios eran remojados cada vez más con el vino tinto frente a nosotros.

Salió de la habitación tal como la misma manera que le había conocido. Un vestido celeste y unas zapatillas Adidas de color blanco casi similares a cuando la conocí ¿A caso era esto un complot?

—¿Qué es esto?

Sí, ella no sabía que había tenido la mesa preparada. Simplemente se había ido a dar una ducha y dejar su maleta en la habitación que compartíamos. Aún podíamos ver algunas cajas que había traído en mi auto cuando le había ido a recoger.

Se veía hermosa. Y fue inevitable no reírme. Mierda, los nervios me ganaban.

—Acércate, amor.

Ella sin ninguna sospecha se acercó. La tomé de la cintura y la senté sobre mis piernas. Olía delicioso así que por instinto coloqué mi mentón en su cuello. —No sabes cuánto esperé a que este día llegase. Aquí, sentados, abrazados, cuando vivieras por fin conmigo.

Acaricié mi nariz en su mejilla. Mierda. Ya no había otra forma en demostrar que la amaba. Ella empezó a sonreír demasiado. —Estás más cariñoso de lo normal, amor ¿Qué sucede? ¿Qué me has roto esta vez?

Lo decía porque durante el trayecto había roto su lámpara de casualidad. Negué. —Solo te quería aquí conmigo.

Dejé muchos besos en su mejilla y pronto ella giró su rostro para darme un beso más profundo. Me derretía ante ella y podía hacerla mía en ese momento, pero me controlaría por el momento. Separé mis labios y agarré sus dedos dando besitos en cada uno. Solo podía oír su risa y sus palabras: ¿Qué haces?

Hasta que llegué al cuarto dedo de su mano izquierda. Me detuve ahí besándolo con detenimiento hasta que logré sacar el anillo sin que ella se diera cuenta. Alcé la mirada para que solo se concentrara en mis ojos. Fui rápido y coloqué el anillo sin dejarle de mirar. Había practicado mucho con el dedo de mi hermana, no me podía permitir fallar.

Su rostro fue digna de alabanza en ese momento y mucho más cuando sus ojos se agrandaron al ver el anillo que le había colocado. Pude ver que hasta su labio tembló. Oh, sí, estaba sorprendida.

—Sabes que no soy alguien de decir cursilerías en los momentos que más se debe. Sé que eso te enamoró de mí— le dije. Ella me veía con un brillo tan especial que me hacía suspirar— Así como el día que pedí que fueras mi novia. No, espera, ni siquiera te lo pedí, fue una pregunta retórica a la cual captaste. Me conocías a la perfección. Sin embargo, aún siendo así me amas. Sabes cómo demuestro mi amor y...

Suspiré. Mierda, estaba nervioso. Ella solo sonreía mirándome con ternura. —Joder, se me olvidó.

Ella empezó a sonreír más y me abrazó. —¿Por qué eres tan bello, amor?

Sehee estaba súper feliz. La alejé de mis brazos. —Kim Sehee hace unos años te dije que yo quería ser el hombre que colocara un maldito anillo en tu cuarto dedo y aquí estoy haciéndolo. ¿Quieres casarte conmigo?

Lo había hecho.

Sehee volvió a besarme y esta vez lloraba una vez más. Era un maldito sí.

Me iba a casar con ella.

—Te lo dije, Sehee... Esto no iba a quedar en solo una cosa de verano.

Con ella quería compartir mis días hasta morir, porque la amaba.

Fin
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