1. Stephen Strange

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Título: Ataduras y otras cosas

Stephen Strange

Advertencia: Daddy Kink, juguetes sexuales,

 masoquismo. 

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Las manos de Stephen recorrían toda la anatomía de la chica, mientras ella trataba de moverse, pero las ataduras en sus manos no lo permitían. No eran muy fuertes, al punto de lastimar, pero eran lo suficientemente resistentes para que no se soltara. Él lo había dejado claro y por supuesto que era Stephen quien mandaba en esos momentos.


Un gemido salió de sus labios al sentir la pluma pasando por todo su cuerpo, era algo demasiado suave, se sentía muy bien el contraste que eso hacía a comparación a sus dedos ásperos, los cuales tampoco se quedaban quietos en ningún lugar específico. Le gustaba moverlos por toda la piel descubierta, es decir, por todos lados.


Pronto Stephen apartó la pluma de su cuerpo y se acercó, colocando un antifaz en los ojos de la mujer, el cual no permitía que viera absolutamente nada. Un quejido en voz baja se escuchó debido a eso, quería verle al menos. Sin embargo él parecía tener otros planes para ella.

Le estaba quitando todos los sentidos, uno a uno, ahora temía por lo que él podría hacer. Ya no lo veía, debía estar atenta escuchando, eso sí tampoco era quitado por unos minutos. Ya era bastante impredecible aquel hombre. Mas él tenía todo fríamente calculado. Sabía qué hacer, dónde tocar y cuándo dar la atención necesaria. Strange conocía cada uno de sus puntos débiles, él los había hecho.


—Stephen, por favor. —jadeo no queriendo estar con ese antifaz.


La única respuesta que recibió fue un azote en su trasero como contestación por el reclamo, para que fuera obediente, esos eran los castigos que él imponía. Siempre decía que los castigos iban a ser la parte más entretenida de esos momentos sexuales, allí dejaba salir su lado más oscuro y atrevido, siendo siempre seguido por la bella mujer que lo acompañaba desde hacía un tiempo.


Stephen sonrió con fascinación al ver la nalga derecha tomar un pequeño color rosa, tras las varias nalgadas que propinó. Decidió dar otro azote, eso era algo que le gustaba mucho y por la manera en la que escuchó a su pareja gemir, vio que a ella también le encantaba.


—Te he dicho que no puedes hablar sin permiso, primor, menos aún si es para quejarte —murmuró autoritario.


Daba lentas caricias a sus nalgas tras los azotes, queriendo hacerla sentir de lo mejor, era todo lo que buscaba. Que ambos pudieran gozar, cada uno a su manera, conociendo los lìmites y las cosas que les gustaban. No era la primera vez que tenía un momento así, ambos habían explorado bastante, aunque cada vez que lo hacían era más excitante que la vez anterior.


—Lo siento, Daddy —dijo con un tono suave.


Recibió más caricias por eso, Stephen se paseaba por su cuello, lamiendo y dejando besos húmedos allí. Bajó hasta sus pechos, besando cada uno, mordiendo y haciendo que se retuerza del placer.


Volvió a tomar la pluma y la pasó por sus caderas, rozando el sexo ya húmedo que podía ver perfectamente esperando por él. En verdad ella ya estaba deseosa de que él la tomara con fuerza, haciendo que viera las estrellas, pero a él le gustaba jugar mucho. Esperando a que pudiera oír a su mujer rogándole hasta quedar sin voz.


—Has sido una buena niña, primor, creo que es momento del plato principal —susurró en su oído mordiendo el lóbulo de este.


Ella se limitó a gemir asintiendo, él no perdió el tiempo y se colocó sobre ella. Sus grandes manos se posaron en su cintura para tomarla y moverla como a él le era más conveniente. Entró de forma lenta hasta quedar por completo dentro de ella, sintiendo la humedad que tenía para él.

Stephen ya no estaba para más juegos, comenzó a mover las caderas con fuerza mientras sus dedos ejercían cierta presión sobre la piel de ella, probablemente iba a dejar marca, pero ese era el menor de sus problemas ahora. Entendía que nadie más que él vería aquello y que a su novia le gustaba mucho esos momentos, así como de marcarlo también a él.

La chica escuchó a Strange gruñir por lo bajo, en verdad se morías de ganas por tocarlo o siquiera verlo al menos, pero el muy maldito aún disfrutaba de tenerle atada. Ambos lo disfrutaban a su manera y era aquello lo más importante en una relación, más cuando estaban teniendo intimidad, conocer los gustos ajenos y adaptarse a eso.

Se movía más rápido, lo único que se escuchaba en la habitación era el roce de las pieles y las respiraciones entrecortadas de ambos, debido a todo el esfuerzo que estaban haciendo en aquel íntimo momento de completo placer.


—Daddy, por favor, ¿puedo correrme? —preguntó. Su voz era entrecortada


Esa era otra orden que él había dado, sólo Daddy podría decidir cuando llegaba al orgasmo. Le ponía realmente caliente tener que preguntarle, más aún cuando él le hacía esperar, así como en ese momento.


—Aguanta un poco amor, Daddy quiere llegar contigo —murmuró en su oído llenando de besos el rostro de su amor.


Siguió el movimiento de sus caderas con fuerza, buscando ir cada vez más profundo, quería correrse y que ella también lo hicieras. Llevó las manos al trasero para que se acercara aún más a él, al tiempo que apretaba las nalgas, aquello sólo lo ponía más caliente. Ambos estaban al borde, ella intentaba aguantar todo lo que podía.


—Ahora amor, vente para Daddy —gruñó él corriéndose en su interior.


Stephen siguió moviendo las caderas a medida que sentía como sus paredes vaginales se apretaban en su miembro, aquello lo hizo delirar aún más. Suspiró al haber acabado y la sostuvo con fuerza cuando escuchó el último grito de su novia al alcanzar su propio clímax.


Salió de su interior y quitó el antifaz de sus ojos, al igual que las cuerdas en tus muñecas. Tras eso le atrajo a su pecho para poder besarle los labios. Casi siempre él era muy duro en el sexo y luego un osito muy tierno que se preocupaba de no haberse pasado de bruto, siempre velaba por la seguridad y confort de su amada.


—¿Estás bien? —preguntó quitando algunos cabellos de su cara.


Ella asintió con una gran sonrisa en su rostro, había quedado muy satisfecha por ese momento.


—Claro que sí, Stephen, siempre estoy bien a tu lado —respondió con total honestidad.


Él quedó muy satisfecho por lo que volvió a besarla con cariño, acariciando las muñecas de ella con dulzura para hacerla sentir mejor. Daddy era muy bueno y delicado una vez que estaba satisfecho. 




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EROTIC FANTASIES ❆ MARVEL STUFFWhere stories live. Discover now