Parte única.

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Quien sabe como comenzó.
Él solo seguía la línea cotidiana, a ver donde lo llevaba, a ver donde terminaba. ¿Moriría? Estaba seguro. Pero mientras trataría de disfrutar el caos que generaba.

Nunca lo supo hasta que liberó todo su poder, le gustaba la sangre, el mando, la muerte. Oh, la muerte, su fiel amiga, él se encargaba de mantenerla ocupada por las centenares de vidas que ha arrebatado cuál ladrón. Y tal vez lo era, no estaba seguro. Se volvió un desconocido para él mismo y para el mundo, sembrando terror con cada paso que daba y eso le excitaba de sobremanera.

Nadie lo conocía en verdad, ni él mismo. Nadie, excepto uno y eso le hacía el ser más poderoso del planeta, por eso aunque le doliera toda la eternidad, tendría que matarlo.

Lo haría muy lentamente porque era un sádico, esta vez le haría una ofrenda muy especial a su querida amiga, la muerte. Porque su vida se iría con él. Al menos eso estaba planeando hacer, iría maquinando sobre la marcha.

Por fin los sonidos de guerra lo hicieron volver en sí, estaba observando cómo un proclamado y sádico rey a sus soldados luchar contra un gobierno y tal vez uno que otro superhéroe que, seguramente, había luchando a su lado cuando trabajaba para SHIELD por una causa "noble".

Esta vez su causa no era noble, pero seguía luchando contra los mecanismos corruptos de esas ratas sedientas de dinero y poder, como unos muertos de hambre sin escrúpulos. Entonces sonrió, él tampoco tenía escrúpulos pero su causa valía la pena, valía cada gota de sangre, cada gota de sudor, cada esfuerzo, cada soldado caído, cada migaja de su cordura. La poca que le quedaba.

Por eso es que nadie podía meterse en su camino, quien se atreva solo recibiría una bala en la cabeza de su furiosa arma o sus propias manos separando la cabeza de la columna vertebral. Por eso y solo por eso tenía que acabar con la vida de su amado Tony Stark.

—¿Nombre de misión: Muerte del Rey de hierro?

—Creí que Iron man sería muy dramático.— respondió sin apartar la mirada de la masacre que él mismo participaría en unos momentos.

Natasha Romanoff se situó a su lado, seguramente en su mente estaría buscando alguna respuesta más estructurada de lo que en verdad era, él dejaría que pensara lo que ella quisiera. Hacía años que trabajaba como espía doble, en realidad no estaba seguro para quien trabajaba exactamente pero confiaba en ella y eso la hacía valiosa tanto para SHIELD, como para HYDRA.

Y su confianza se ganaba con sudor y sangre.

—Él no vendrá.

Amplió su sonrisa mostrando su hermosa dentadura mientras acariciaba su arma, como si la estuviera preparando para lo que venía. Claro que Anthony no vendría, a él le gustaba pelear una guerra más íntima, más sucia. Porque Anthony Stark era un ser superlativo, era lascivo y frío, él era tantos pecados pero su alma era pura.

Un alma incorruptible, con una coraza más dura que el hierro, era algo que él mismo nunca pudo siquiera rasgar. Ya una vez quiso unir fuerzas, pero Stark trabajaba solo y por una causa totalmente diferente, por eso estaban destinados a chocar más nunca quedarse juntos, como el rey de hierro y el ángel de la muerte (como lo llamaban), peleando siempre una guerra que ellos mismos no querían terminar.

Pero siempre hay un final y Steve ya estaba en ello, moviendo sus piezas desde hace un tiempo para acabar con su precioso enemigo.

Su amado enemigo.

—Lo sé.

Soltó luego de mucho tiempo y saltó en medio de la batalla. Disparó, golpeó, mató y desmembró hasta que la sangre empapó su traje negro, hasta que la demencia se adueñó de su mente llevándolo a ese limbo de terror completamente adictivo, donde él era Dios y los humanos eran suyos para matar, solo cuando no hubo más que escombros paró.

El rey de hierro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora