"Evitas que tu verdadero ser salga a la luz."

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Cassandra había visto en las noticias que la maestra a la que le había disparado ya había salido de cirugía y que se iba a mejorar, aunque aún no podían hablar con ella para que relatara lo sucedido. Los medios todavía creían que el único que había disparado en esa guardería era Víctor.

Habían pasado unas dos semanas desde la masacre en su escuela pero, dado que no podía salir por miedo a que la reconocieran, los días se le hacían interminables.

– Ya sé por qué no te liberas. –dijo Víctor mientras se ponía la pijama. No le incomodaba quedarse en calzoncillos frente a la chica pero ella evitaba mirarlo porque no quería causar la impresión equivocada.

– ¿De qué hablas? –se miró las muñecas como si no supiera que no estaba amarrada o encadenada.

– Evitas que tu verdadero ser salga a la luz. –se puso una camiseta.

– Ya te dije –puso los ojos en blanco, habían tenido esa conversación cientos de veces– que no somos...

– Yo maté a mis padres –la interrumpió– y me liberé... Tal vez tú necesitas matar a los tuyos.

– ¿Estás loco?

– Ya sabes la respuesta. –rió un poco.

– No voy a matar a mis padres. –dijo mientras se quitaba el brassier por debajo de la blusa.

– Podrías mirar mientras yo lo hago.

– No voy a dejarte hacerlo. –Cassandra se acostó en la cama.

– ¿Te dolería su muerte? ¿Llorarías por ellos? –preguntó el chico mientras se acostaba a su lado. Cassandra se imaginó unos segundos la situación.

– No lo sé, probablemente no. Pero igual son mis padres –pensó en razones para convencerlo, o convencerse, de no hacerlo–, ellos me aman, me criaron desde pequeña, me cuidaron. No puedo pagárselos así.

– Piensalo y lo hablamos en la mañana.

No voy a permitirlo... Pero lo harás aunque yo me niegue. Tengo que matarte. Tengo que matarte.

Cassandra se despertó en la madrugada y salió de la cama tan sigilosa como pudo para no despertar a Víctor. Fue a la cocina, descalza, y tomó la pistola que el chico había dejado en la barra. Respiró hondo. Tenía que hacerlo. No iba a dejar que matara a sus padres.

Regresó a la habitación y lo miró un segundo antes de subirse a horcajadas sobre él. El chico se despertó con el corazón latiendo a toda velocidad, pues la chica lo había asustado al poner su peso sobre él.

– ¿Qué haces? –preguntó Víctor mirándola. Sin responder levantó la pistola y la puso directo sobre su frente.

– No voy a permitir que los mates.

– Entonces dispara –dijo él sin más–, si no muero yo, mueren ellos. Tú eliges.

Espero unos segundos antes de hacerlo.
Si lo hago seré como él desea, si no lo hago, mis padres morirán.
Jalo del gatillo. La pistola rebota de nuevo empujando mi brazo hacia atrás. Cuando miro a Víctor, él ya está muerto. Con la vista hacia el techo y un hoyo rojo entre las cejas. Suelto el aire mientras bajo de su cuerpo sin vida.
Limpio las huellas del arma con mi ropa y la coloco en la mano de Víctor de tal manera que haría pensar a la policía (si llegaban) que pudo haberse disparado él solo entre las cejas.
Reviso toda la casa eliminando cualquier rastro que pueda delatar que estuve viviendo "cómodamente" ahí todo este tiempo. No hay gran cosa. La ropa que me ponía era de él, así que me cambio por la que tenía en el momento que me tomó de rehén y la ensucio con algo de tierra, incluso la rompo un poco.
Subo al auto.
No soy la mejor conductora del mundo pero mi padre me había dado unas lecciones cuando cumplí los 16.
Consigo llegar a unas calles de mi casa. Estaciono el carro entre unos arboles y bajo. Abro la cajuela y saco otra arma, una de las que usó para matar a los niños de la guardería, y no recuerdo, si a mis compañeros. Reviso que esté cargada, Víctor me había enseñado a hacerlo unos días atrás. No sé exactamente para qué la llevo, pero lo hago.
La meto entre mi pantalón y mi espalda, como siempre lo he visto en las películas.
Para este momento ya empieza a amanecer. Mis padres ya deben estar despiertos, listos para ir al trabajo.
Camino lentamente hacia la casa, llego unos 10 minuto después.
Cuando toco la puerta mi madre es quien me recibe. Lo primero que hace es abrazarme mientras llora. Yo no le devuelvo el abrazo, no me nace hacerlo. Veo como mi padre también quiere llorar pero no se acerca a mí, solo se cruza de brazos.
– Querida. –le dice a mi madre quien sabe de lo que habla y se aleja de mí.
– ¿Lo ayudaste? –. Pregunta ella con voz temblorosa.
– Ya dijeron que sí –mi padre me mira aún a lo lejos–. La reconocieron como cómplice de ese asesino psicópata.
– Necesito que ella me lo diga. –dice mi madre sin apartar los ojos llorosos de mí.
– ¿Qué harían si fuese así? –ellos no saben la historia completa y aún así me juzgan. Víctor no lo haría.
¿Habré tomado la decisión equivocada?
– Llamaríamos a la policía y te irías a la cárcel. –dice mi padre sin más.
– Le salvé la vida a la mujer a la que le disparé –cierro la puerta detrás de mí. Mi madre se aleja un poco temblorosa y mi padre pone sus brazos a ambos  de su cuerpo–, la de los niños de esa guardería y la de ustedes, ¿y quieren llevarme a prisión? –. Saco el arma que tenía escondida. Mis padres se tensan al instante.
– ¿Qué estás haciendo, Cassandra? –mi madre me mira horrorizada.
– Víctor tenía razón –apunto el arma hacia ellos–, esto es lo que debo hacer para liberarme.
– ¡No, por favor! –llora mi madre.
– ¡Baja el arma! –. Ordena mi padre, pero él no sabe que ya no tiene control sobre mí. Ahora yo soy la que manda. Nadie me dirá qué hacer de nuevo.
– Vayan al comedor. –no lo tengo que repetir dos veces para que me obedezcan.
– Te arrepentirás si lo haces. –mi padre abraza a mi madre mientras caminan hacia la mesa.
– ¿Así como ustedes se iban a arrepentir por llevarme a la cárcel? Sientese. –señalo las sillas con el arma. Mi madre se sienta en la silla más cercana y mi padre rodea la mesa para sentarse frente a su esposa.
– Por favor, Cassandra, tú no eres así. –llora mi madre.
– Eso pensaba yo cuando Víctor me pedía que asesinara, cuando lo maté. Curiosamente me di cuenta de que sí soy así gracias a que jalé del gatillo por ustedes.
– Cassandra... –empieza mi padre pero lo interrumpo.
– ¡Callate! –apunto el arma hacia él. Camino lentamente hasta pegar la pistola a su sien.
– ¡No! ¡Por favor! –ignoro los gritos de mi madre.
– Mirala a los ojos. –le ordeno a mi padre antes de colocarme detrás de él sin separar el arma de su cabeza. Mi madre tiene la cara roja, como si fuese a explotar, pero esa será la cabeza de papá.
Tomo el arma con ambas manos para no sentir el rebote tan brusco.
Jalo del gatillo.
En cuanto el fuerte ruido inunda la casa, la cabeza de mi padre cae sobre la mesa. Mi madre grita horrorizada.
Le apunto mientras rodeo la mesa para estar cerca de ella.
– ¡Por favor, no lo hagas! ¡Por favor, no! ¡Cassandra! –suplica mi madre antes de que el ruido vuelva a inundar la casa. Por alguna razón no sólo su cabeza cae hacia un lado, sino todo su cuerpo. Cae al suelo.
Escucho las sirenas de las patrullas cada vez más cerca. Salgo de la casa justo cuando la policía llega. Cuatro hombres se bajan de los autos y me apuntan.
– ¡Baja el arma! –ordenan. Levantó las manos a la altura de mi cabeza. – ¡Baja el arma! –repiten. Coloco la pistola contra mi sien.
– ¡Espera! –grita uno de los policías– ¡No tienes que hacerlo! ¡Podemos...! –no lo dejo terminar antes de jalar el gatillo, disparando directamente a mi cerebro.

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Esa no se la esperaban, ¿verdad? 7u7

La neta no sé si este será el último capítulo o no, a ver si me inspiro y escribo otro, o un epílogo o algo jajaja

Estaba pensando en un final alternativo pero aun no sé, que opinan? 7u7

El asesino de la escuelaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora