3. Navaja

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“Meryl… Meryl…”

Imagen borrosa, fondo blanco, una sombra negra está frente mío, sus facciones son tan irreconocibles,  todo da vueltas pierdo el control de mi cuerpo, caigo sobre mis rodillas, me arrastro hasta la sombra, levanto el brazo y trato de alcanzarla, mi mano está a punto de tomar su ropa...

“Meryl… Meryl… ¡Corre!”

Me levanto sobre la butaca respirando agitadamente, sudando a mares todo el cuello de la blusa estaba empapado, frente a mí está Crystec y nadie más.

― Empezaba a preocuparme…

― Eh… ¿Qué?

― No despertabas, me dijeron que no lograban despertarte. Fue un alivio que la odiosa de Ciencias Sociales no asistiera.

―Espera, ¿qué hora es?

Revisó su móvil.― Casi va a terminar el receso.

― ¡¿Qué?! ­― ¿Había dormido tanto? Dormí lo suficiente en casa pero es demasiado. Crystec me acercó un pañuelo y me limpié lo más que pude la cara y el cuello.

― Si…

Se estaba preocupando más raro de lo normal, y vamos es raro de por sí, tal vez es por lo ocurrido por la mañana, no fue una situación demasiado buena, sentí tristeza pero no la verdad no me siento atraída por él, vaya es guapo y tal pero no me veo al lado de él, además lo conozco desde que éramos unas pequeñas bolas de carne corriendo por el jardín de su casa, grandes recuerdos, su jardín lleno de rosales y tulipanes, siempre quise tener un jardín, pero nunca he vivido en alguna casa con jardín, puro duro concreto, aunque tiene sus ventajas.

―Y bueno ― .Respiré hondo buscando las palabras adecuadas. — Sobre lo de hace un rato…

— Dejémoslo así—. Me interrumpió. — Siempre serás mi mejor amiga nada lo cambiará.

Me alegró su respuesta, no fue lo que esperaba pero me reconfortaba que no cambiara…demasiado. Me abotoné el suéter del uniforme, me levanté y me desperecé, Crystec sólo me miraba.

— ¿Quieres ir a tomar un helado?

— Vale, si tú invitas.

Tomé mis cosas y salí disparada del salón, bajando las escaleras hacia el patio central de la escuela, Crystec no tardó en llevarme el paso, tropezó acomodándose el morral, corrimos entre los demás alumnos de la escuela, algunos nos ignoraban y otros murmuraban, había cotilleos sobre que ya salía con Crystec, jamás los he desmentido y no es mi intención, aceleramos el paso hasta llegar el punto exacto donde la barda que divide la escuela de la libertad y salones de talleres.

— ¿Lista?

Asentí. Por supuesto que estaba lista, sólo quería salir.

La campana que anunciaba el final del receso me perforó los oídos con cada tintineo que daba, los alumnos se amontonan en las entradas a los edificios, Crystec me ayudó a trepar por la barda, que no era demasiado alta, di un traspié y le jalé los pelos rubios soltó un tremendo grito, me senté sobre ella para ayudarle a trepar, uno pensaría “Diablos, si ella tiene súper poderes por qué no lo ayuda a subir con su telequinesis”, lo que no saben es que es demasiado doloroso usarlo, la nariz te sangra y la cabeza te duele por horas.

— ¡Hey! ¡¿Qué creen que están haciendo?! — gritó el viejo arrugado de Química acercándosenos.

— ¡Rápido!

Crystec subió lo más rápido que pudo, ayudándose de mi débil brazo, saltamos y caímos sobre el duro concreto. Torpemente corrimos sin parar a no sé dónde, bajamos un poco el ritmo del paso, pasando por las calles de Bruma, una ciudad de California, siempre he vivido aquí, y no está mal, es tranquilo una ciudad pequeña, aunque afortunadamente o desafortunadamente para algunos es muy turística, hay épocas donde hace demasiado calor y no es que me guste el calor demasiado, prefiero salir a dar largas caminatas por la noche fría y tranquila, fue cuando me atacaron esas personas y lo mejor fue que ese chico llegó a auxiliarme… ¿quién será ese chico?

No le había contado a nadie sobre lo que pasó la noche anterior, no estoy segura, Crystec estaba callado con una fofa sonrisa en su boca, una mujer sacudió unas mantas justo cuando pasamos junto a su tienda, el frufrú me sobresaltó, tal vez porque estoy alterada o por que el brabucón de la noche pasada se nos acercaba a toda velocidad. Si era por él.

— ¡Corre! — le grité a Crysac.

— P-p… — no terminó de decir la frase a causa de que lo jaloneé para correr.

Cruzamos el parque, otra vez los recuerdos de la noche pasada, dejen de atormentarme ya.

No pensé en más que correr, una navaja roja pasó rozando mi mejilla cortando un poco, él hombre la había arrojado, Dios, esto es serio. Toqué la herida, pero no solté a Crystec, no me importaba era un rasguño, tenemos que salir de aquí. Crystec captó la idea después de la navaja, claro.

Otra navaja, esta vez azul, casi se encaja en mi hombro derecho de no ser por esquivarla, otra más esta se clavó en mi pierna, el dolor se hizo más que presente, gemí muy fuerte, afortunadamente un grupo de turistas se interpuso entre nosotros y le dificultó al hombre pasar, Crystec se dio cuenta de la herida y me sostuvo.

— Sácala —. Dije agitada por cojear y perder sangre

— ¡No!

— ¡Hazlo!

Crystec se detuvo un instante y sin pensarlo la sacó, grité aún más fuerte a causa de que dolió más que cuando entró. Con la calceta larga del uniforme trató de detener la hemorragia, corrimos más profundo por el parque hasta una parte donde sólo había árboles, calculé una vía de escape pero no localizaba nada, estábamos atrapados por los árboles de reojo vi como el hombre lograba pasar y con su mirada de asesino  me paralizó, en realidad me paralizó, no puedo moverme. Crystec me jaló pero por más que lo hacía no lo conseguía estaba clavada al piso, el hombre sacó una navaja más ¿en serio, otra más? Otra azul, la sostuvo un instante y la lanzó, me hubiera dado directo en el pecho si es que no me liberaba de su prisión, si es que no levantaba el brazo y con mis fuerzas usé mi poder, la navaja quedó flotando, dio una vuelta y como un rayo se clavó en el pecho del hombre, cayó, muerto, yo lo maté, yo lo maté.

ErzebethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora