Capítulo 2

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En algún momento del siglo VII...

Balthazar miró a Castiel acostado en una nube muy entretenido con lo que fuera que viera. Se supone que él cuidaba que nadie lo molestara pero tampoco quería ver qué observaba. Desde que Él bajo a la tierra y volvió las cosas andaban un poco raras en el cielo porque Él estaba ausente, al menos un poco, parecía como si no tuviera mucho interés en lo que lo rodeaba y aquello los alarmaba.

Pero Balthazar no iba a meterse en esos asuntos así que se dedicó a ver las extrañas reacciones de su hermano. De entre todos era el que más fascinado se encontraba, no entendía qué clase de fascinación podrían causar aquellos monos sin pelo en un ángel como Castiel. Aunque era la primera vez que volvía su atención a la tierra desde que Él bajo, generalmente se la pasaba con Raziel en sus ratos libres viendo cómo las almas se purificaban lo más que podían para volver a la tierra. ¿Por qué volvía a prestarle atención?

—Ah, aquí está—Gabriel apareció a su lado sobresaltándolo mientras veía a Castiel moverse inquieto—Raziel me dijo que lo encontraría aquí, no deberías taparle, Balthazar—el otro se encogió de hombros como si no importara.

— ¿Qué es lo que hace?

—Su alma va a bajar—dijo Gabriel con tono de burla mientras reía—Bueno, él lo llama Dean, le va a costar trabajo acostumbrarse al nuevo recipiente—Balthazar asintió como si entendiera algo de aquello—Él le otorgó una para que entendiera a los humanos pero creo que Castiel olvidó que sólo era una vez.

Ambos miraron a Castiel ajeno a su discusión pues estaba más interesado en la escena que estaba frente a él. Ahora entendía que lo que miraba se llamaba nacimiento y se daba en las hembras de todas las especies, aunque el de las humanas era más complicado que en los demás, gritaban mucho y parecía que les dolía horrores.

Los humanos habían cambiado mucho desde la última vez que Dean había estado con ellos así que aquello se le hacía aún más interesante al ángel; los humanos vestían diferente y ahora sus chozas eran hechas de manera más divertida, ya no parecían hongos—ya sabía que forma tenían los hongos—sino castillos. Aún no entendía muy bien qué funciones tenía un castillo y por qué eran tan grandes pero sin duda eran bonitos e impresionantes, Castiel se preguntaba por qué los humanos se tardaron tanto en hacerlos.

La mujer que estaba teniendo un nacimiento era muy bonita, o eso parecía pues aún no entendía el significado de belleza para aquellos recipientes. Gritaba mucho mientras otras mujeres se movían de un lado a otro intentando calmar sus alaridos, Dean ondulaba en la cima de la mujer, tan brillante y hermoso como la primera vez que lo vio, ¿cómo sería su nuevo recipiente? ¿También tendría los ojos color planta? ¿Tendría estrellas en su rostro?

—Castiel—Gabriel se dejó caer a su lado despidiendo distraídamente a Balthazar—Dime, ¿qué estás haciendo?

—Veo a Dean—dijo como si no fuera obvio mientras lo señalaba—Su nuevo recipiente ya viene y decidí venir a ver desde el inicio.

Gabe miró el pequeño hueco en las nubes y en cómo Castiel se enfocaba entre las piernas de la mujer. Ugh, eso era asqueroso, el nacimiento humano era todo un espectáculo y no uno muy bueno de ver. Gabriel comenzó a analizar la habitación en la que aquella mujer se encontraba; tenía colores realmente bonitos y había cosas hechas de oro, Gabriel frunció el ceño y miró a Castiel.

—Castiel, ¿cómo era la choza de estos humanos?

—Muy grande—murmuró distraído, el bebé ya venía—Era un castillo, ¿así me dijiste, verdad?—Gabriel asintió mientras veía algo extraño en Dean mientras se adentraba a su nuevo recipiente—Eso significa que Dean tendrá una choza muy grande.

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