Contacto visual.

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Recuerdo que para mí era un día cualquiera, normal. Ya que, después de todo, me estaba comenzando a acostumbrar. Empezaba a ser algo rutinario.

Como lo hacía  siempre; me  levanté de la camilla, con cuidado, tratando de hacer el menor ruido posible.  Sabía que si era descuidado y me escuchaban, ellas vendrían, entrarían a mi “habitación” y me ayudarían a levantarme. Y no quería eso. Lo odiaba. Hacían que me sintiera inútil.

Ya una vez de pie, alcé los brazos y me estiré, mirando de paso el lugar donde me encontraba. Blanco. Todo blanco. No me gustaba, pero tampoco lo odiaba, se me había vuelto cálido con el paso del tiempo .Aun que, si lo pensaba bien, no tenía otra opción más que adaptarme.

  Como siempre el recorrido de mis ojos se detuvo en el mismo punto en que se detenían siempre. Esa cosa de color rojo. Estaba pegado a la pared junto a mi cama. Ese botón que llamaba inmediatamente la atención a cualquier persona que entrara.  Servía para avisar a los encargados si es que estaba ocurriendo algún problema en la habitación. Pero sinceramente para mi no servía mas que para distraerme de lo blanco.

Giré sobre mi pies y me dispuse a salir de aquel lugar que había sido mi hogar por casi ya 3 meses.  Lo primero que vi al salir al pasillo fue, como siempre, a esas personas vestidas de blanco que, si no llevaban una tabla con papeles en las manos, vigilaban a los demás para que todo estuviera en orden. Después de observar un rato empecé a caminar por los largos pasillos, dirigiéndome hacia mi destino. Ya me sabia el camino de memoria, después de todo ese había sido mi refugio durante toda mi estancia en este lugar. Lo adoraba. Uno;  Porque era yo el único quien lo frecuentaba. Y dos;  Estaba apartado. Alejado de todo el bullicio de la gente, oculto entre los arbustos. Donde nadie podía verme. Podía estar tranquilo, meditar tranquilo, llorar tranquilo. . .

Salí del edificio, no sin antes saludar a las personas que entraban con una ligera reverencia. Aun que no me gustara todo esto, estaba agradecido. Ellos me cuidaban y trataban con el mayor cuidado posible, después de todo, esto no era su culpa. Ellos solo hacían su trabajo. Los únicos culpables de esto eran mis padres.

Supuestamente todos te dicen que tus padres siempre te apoyaran, no importa la estupidez que hagas, ellos estarán ahí para ti. Mentira.

Los míos no me creyeron. Lo único que hicieron cuando todo esto comenzó fue mirarme como si yo fuera un monstro, un ser repugnante que no tenia perdón, una vergüenza de hijo.

Caminé por el pasto hasta llegar a aquel pequeño camino de piedra que me conducía hasta mi escondite. Era un pequeño prado solitario, rodeado de pequeños arbustos y árboles gigantes, en el centro había una fuente, vacía. Desde que había encontrado este lugar, jamás la había visto con agua. Justo al lado había una banca, era de cemento y blanca. Cada mañana aparecía tibia por los rayos del sol, pero en las tardes era gélida como un cubo de hielo.  

Sumergido en mis pensamientos, seguí avanzando. Solo unos pasos más y llegaba. Unos cuantos y respigaría aliviado. Una leve sonrisa me invadió el rosto al darme cuenta de que estaba haciendo una especia de cuenta regresiva con los pasos que daba.

5 . . .

4 . . .

3 . . . un poco mas . . .

2 . . . ya casi . . .

1.

. . .

Esa leve sonrisa que tenia, se esfumó. Mi respiración se cortó. Juro que por casi un segundo mi corazón se detuvo, dejó de latir. Podía apostar que la cara que tenía en ese momento era de haber visto a un fantasma, o peor aun;  Un ángel.

Mis ojos estaban abiertos de par a par, y mis labios. . . sellados. No podía hablar, no podía gesticular palabra alguna, era como si mi cuerpo no obedeciera las órdenes que mi cerebro daba. Una especie de transe espontaneo. O una parálisis de sueño, pero estando despierto.

Todo eso pasó cuando lo vi.

 Él estaba sentado en la banca junto a la fuete. Donde yo usualmente me sentaba. Estaba mirando hacia la nada, dándome la espalda. Al parecer él aun no se daba cuenta de que había alguien más a parte de él ahí. Y yo planeaba que jamás lo hiciera.

Empecé a retroceder, poco a poco, siendo cauteloso, esperando que no volteara, que siguiera sumergido en su mundo y asi yo poder irme. Pero no.

Entre paso y paso que daba ; mi espalda chocó contra una rama, haciéndola crujir al instante. Provocando que dejara salir una especie de suspiro por el susto.

Y él se volteo.

Mierda.

Sus penetrantes ojos dieron con los míos, que estaban sumamente abiertos nuevamente, haciendo que mí respiración fuera más agitada y que los nervios comenzaran a apoderarse de mi cuerpo. Mis labios se abrían a se serraban levente, queriendo decir algo. Si tan solo mi cuerpo me obedeciera. . .  

  Era de tés morena, ojos marrones y profundos, como si con el más mínimo contacto visual te corrompieran, te leyeran los pensamientos o aun peor; revelaran tu pasado. Labios gruesos y definidos, que llamaban a ser explorados desde cerca. Y una barbilla concreta, firme, bien delineada. Perfecta. 

-Hola . . .-Me dijo después de un tiempo al ver que yo no reaccionaba. Mierda me estaba hablando y yo no podía ni pensar en cómo volver a respirar otra vez. ¡DO KYUNSOO REACCIONA!

-H-Hola. . .Yo. .

- Soy JongIn, y tu?

JongIn

El comienzo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora