PRÓLOGO

2 0 0
                                    


Era una más del montón. Cuando comencé el liceo, nadie me hablaba y yo no le hablaba a nadie. Era marginada social. Por más que quisiera integrarme, no podía. La psicóloga dijo que era por miedo al rechazo, y yo creo que es así.

Yo siempre fui una alumna muy aplicada, pero mi cerebro estaba comenzando a fallar por culpa de la falta de alimentación. Me preguntaban cuánto era tres por dos y yo decía cinco. No podía ser.

Hay un chico nada más al que le gusto pero yo no le doy ni la hora. Se llama Claudio y tiene un año más que yo. Es rubio, más bajito que yo, y está todo tatuado. Sus ojos son hermosos. Él es hermoso. Creo que podría gustarme, pero no logro olvidar a Nico. Nico era todo para mí. Tanto en físico como en alma. Pero él físico no es nada si no hay alma por dentro. Creo que por eso me diagnosticaron trastorno límite de personalidad, igual que a él. Por eso y por mis desórdenes alimenticios. Me dijeron que tengo muchos: anorexia, bulimia, trastorno por atracón y dismorfia entre otros. Por eso mi peso fluctuaba mucho entre los 45 y 50 kilos en un corto lapso de tiempo. También por mis amistades tóxicas y mis adicciones.

Continuando con mi vida liceal, tengo solamente una amiga. Se llama Fernanda y es bipolar. No sé por qué me atraen tanto las personas con trastornos mentales. Ella es muy solidaria y generosa con todos. También es muy empática, aunque un poco retraída. Pero cuando la llegué a conocer, fue muy simpática. Ella es mi única amiga y yo soy su única amiga. Somos como un chicle. Si a una le pasa algo, se lo contagia a la otra. Por ejemplo, si Fer odia a alguien, yo lo odio también. Por eso me gusta decir que venimos en el mismo paquete. Que no somos dos. Somos una sola. Nos suelen decir esas cosas. Por supuesto que se lo dicen a ella, porque a mí ni una palabra de nada. Lo único que hacen es decirme "gorda", "inútil de mierda", es decir, me hacen bullying.

Y para colmo, Fer me recuerda lo gorda que soy. No debería, se supone que es mi amiga. Me recuerda mi gordura, mi estatura, mis granos. No sabe ser una amiga o es demasiado honesta, por lo que no sé si es buena o mala. No sé si es amiga o enemiga. Pero la quiero igual. La sicóloga dice que es una amistad tóxica porque nos la pasamos juntas, pero como siempre, no le creí. Pero a veces es mejor distanciarnos de nuestras amistades tóxicas para mejorar nuestra calidad de vida.

Un día como cualquier otro, fui con Fer a comprar ropa. Ella sabe que no me gusta, pero me lleva igual. Antes de ir a las tiendas, nos tomamos un helado.

Cuando fuimos a la tienda, empezamos a mirar ropa: vestidos, jeans, remeras, polleras, y hubo una pollera en particular que me encantó. Era acampanada y negra con flores rosadas. Pero algo dentro de mi decía: "esto nunca te va a servir", y si te sirve te vas a ver como una vaca. En fin. Intenté no hacerle caso.

Me la fui a probar, y... ¡Uff! Lo gorda que estaba no se podía ni decir. Fer y yo habíamos dicho de mostrarnos la una a la otra cómo nos quedaba la ropa y cuando ella salió, estaba hecha una diosa total, mientras que y era una ballena con pollera que ni siquiera me cerraba. Cerré el probador de unportazo y me largué a llorar. Me odiaba. Odiaba mi cuerpo, mi figura, odiaba todo de mi, y me daba vergüenza pedir un talle XXL. Así que no me compré nada, mientas que Fer se compró 2 tops y un vestido ajustadísimo. Y al salir me dijo:

—Sin ofender, pero esa pollera te hacer ver como una vaca. ¿Lo sabías?

— Claro que lo sabía. Si no ¿Por qué crees que cerré el probador de un portazo y me largué a llorar? ¿Sabes lo qué? Hasta aquí llegó nuestra amistad. Por tu culpa, me estoy volviendo bulímica y no quiero.

— ¿Què? Pero yo te necesito

— No. Tú necesitas a alguien a quién criticar y yo no voy a ser el eslabón débil de nuestra relación. No estoy lo suficientemente fuerte para aguantar tus críticas. Yo no estoy para esto.

Ahora le empecé a creer a la sicóloga. Fer era una amiga tóxica, y yo no estaba estable como para soportarla.

— Pero de verdad te necesito... falleció mi madre ayer— me dijo con lágrimas en los ojos. Parecía que estaba a punto de romper en llanto

— ¿Qué? — pregunté con intriga

— Sí. Falleció. Al cielo. PUM— se veía furiosa, anngustiada, y llena de emociones encontradas.

—Tú no me necesitas— afirmé—. Necesitas a alguien con quien hacer catarsis. A alguien con quién enojarte. Y yo no creo ser la persona indicada para eso.

— Sí. Lo eres. Tú eres la única que me puede ayudar. La única que pasó por lo mismo. No me dejes, por favor. Y ¿qué es eso de "alguien con quien enojarme"?

— ¡Claro! Estás enojada con tu madre por morirse, contigo por no haber sido tú, y necesitas a alguien con quién enojarte por seguir vivo. Y me elegiste a mí porque soy la persona más cercana a ti. Por eso te la pasas reprochándome lo gorda que estoy, lo bajita que soy, y los granos que tengo. Estás enojada. ¿Es lógico, no?— expliqué— Mira Fer, yo nunca te voy a dejar, sólo quiero que nos demos un tiempo.

Cuando se fue Fernanda, me senté en un miro que hay frente al shopping, me prendí un cigarrillo, y me lo fumé en menos de dos minutos. Estaba muy ansiosa.

Cuando me estaba por ir, vi algo casi... mágico. Una mariposa de alas color celeste con círculos color fucsia en medio de cada una. Lo disfruté tanto, que me di cuenta de que en pequeñas cosas se puede encontrar una gran felicidad.

Celeste y sus penumbrasWhere stories live. Discover now