Los meteoritos entraban en la atmosfera y, al tocar tierra, destruían todo a su paso. La gente gritaba desesperada, los sacerdotes y cristianos rezaban o confesaban sus pecados, las familias se reunían para despedirse. El fin del mundo había llegado.
Un joven caminaba en la calle. Los meteoros caían a sus costados, pero ninguno lo tocaban. Parecía inmune a estos. Su caminar era lento. Una sonrisa acompañaba sus oscuras facciones. Sus ojos, de un color tan negro como la noche misma, recorrían el horrible escenario con suma calma.
En medio de la multitud que gritaba con desesperación pudo divisar a una pequeña niña. Esta lo miraba con sus grandes ojos azules y tenia un hermoso cabello rubio y rizado . No debía tener más de cinco años.
El de ojos oscuros pudo ver como un meteoro había caído a unos metros de ella y en ese instante supo que la niña no tendría tanta suerte la próxima vez.
Cuando el edificio que estaba junto a ella comenzó a derrumbarse pudo ver en la mirada de la niña tristeza, pero no desesperación. La jovencita estaba aceptando que su tiempo se había acabado y no movió ni un solo musculo para impedirlo.
El muchacho corrió en dirección a la niña. No la quería ver muerta. Cuando la alejo del peligro pudo ver como sus manos se quemaban, como lo harían las manos de cualquier demonio al tocar a un ángel.
—¿Estas bien?
Su voz era ronca y escalofriante y por un segundo temió haber asustado al pequeño milagro de dios, pero esta lo miro con la alegría impregnada en sus ojos azules.
—¡Me salvaste!.. Pero yo te lastime…
—No importa
—¡Claro que importa!
La niña acercó sus manos a las lastimadas del demoño. La primera reacción del moreno fue alejarlas, pero la rubia se las sostuvo con mucha más fuerza de la que parecía tener. Cuando esta le soplo las palmas sus quemaduras desaparecieron.
Ambos se sonrieron. Cuando el mayor se paró y tomo de la mano a la niña, esta no lo quemo, lo que lo dejo muy confundido. Al mirarla, vio como sus doradas alas se resquebrajaban y desaparecían, al igual que su aureola.
Al mirar sus propias alas pudo ver que estas también se resquebrajaban y se esfumaban. Lo comprendió en el mismo momento en el que lo noto. Habían sido desterrados del cielo y del infierno respectivamente.
Fue cuando al mayor dejo de importarle todo su alrededor. Tomo a la niña en brazos y empezó a correr, tal como lo hacían los humanos. Cuando corrían su mirada se encontraron y ambos empezaron a reír.
Dos figuras se perdieron entre la multitud de gritos desgarradores y desesperados, sin ser escuchados ni vistos por nadie.
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Demonio y Ángel
ParanormalTodo el mundo sabe que los demonios y los ángeles son enemigos eternos, esa es una ley inquebrantable... ¿O no?