1. Presentaciones

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Ayla

El suelo del hospital se siente más frío de lo habitual.

Tal vez era debido a que eran las dos de la mañana y la temperatura descendencia, o tal vez debido a las lágrimas que caían de mis ojos y éstas ya no se filtraban en mi ropa, sino que caían directamente al suelo. Aunque, sea cual sea la razón todo parecía diferente en este momento en comparación con todos los demás que he estado aquí.

Siendo específica, dos veces más.

A veces quisiera pensar que estaba aquí porque estaba enferma, o porque comí algo que me daba alergia o qué sé yo, cualquiera otra circunstancia por estar aquí, menos la verdadera razón por la que estaba. Y ¿cuál era razón?

Mi madre había intentado suicidarse.

Por tercera ocasión.

La primera vez que lo hizo fue con una sobredosis de antidepresivos, y pensé, que sólo tal vez se había equivocado, que había tenido otro ataque debido a las alucinaciones y no sabía qué hacer y eso fue lo primero que pensó, que los medicamentos la ayudarían a calmarse, y cuando esa idea se hizo más fuerte al recordar que recién empezaba su terapia con el psiquiatra, me aferre a ella con tanta fuerza que me negaba pensar el hecho de que mamá, mi mamá, había intentado quitarse la vida.

La segunda vez que estuve en este lugar por mi madre, fue cuando tomó al mismo tiempo los ansiolíticos y los antidepresivos que le habían recetado cuando el psiquiatra había hecho tanto hincapié de jamás tomarlos juntos, pero ese día, cuando ella despertó, su justificación fue que lo había olvidado, así que todo pareció un incidente, hasta para los doctores, y yo, de tonta e ingenua, creí eso también.

Ahora me doy cuenta de lo ciega que he estado todo este tiempo.

Porque este, oficialmente, era su tercer intento de suicidio en nueve meses.

Y a pesar de que quiero pasarlo por alto como las otras dos ocasiones no podía, ni siquiera tenía algo en que aferrarme para negar ese hecho, ahora la verdad estaba frente a mí, dura y cruel. A veces deseaba poder estar enojada con ella o con el psiquiatra por estar casi ocho meses en terapia donde supuestamente estaba avanzando y que se presentara esto me había pensar que algo estaba mal ya sea con el doctor o con ella, pero, por más que le quisiera echarle la culpa al señor Mayer, no la tenía, él estaba haciendo su trabajo, así que sólo dejaba a mamá y eso era aún más doloroso.

En mi mente solo se repetía la imagen de las muñecas de mamá, con dos línea rojas e hinchadas que iban desde su muñeca hasta diez centímetros más arriba, llegando casi a la mitad de antebrazo. Ella se había cortado las venas con la orilla de una tapa de atún, cuando era todo lo que habíamos estado tratando de evitar, escondiendo cuchillos o cualquier cosa con que pudiera hacerse daño, y ver, que todo lo que habíamos tratado de evitar, igual había sucedido, me hacía sentir tan impotente, no podía siquiera cuidar a mi madre esquizofrenica ¿cómo iba a poder cuidar de mí misma? Y diablos, entre más pienso en eso, mi garganta más se seca, intensificando mis sollozos.

¿Por qué no pude tener una mamá normal? Porque estas crisis de mi madre no eran algo reciente, sino que habían empezado a manifestarse poco a poco, al igual que sus síntomas. Y Dios sabe desde cuánto tiempo atrás a estado lidiendo con ellos porque la esquizofrenia tiende manifestarse alrededor de los veinte a treinta años y mamá ya tenía cuarenta y dos. La verdad no sé porque me sorprendía, es decir, he estado lidiando con ella desde que tenía nueve años ayudándola con sus medicamentos, chequeos y terapias porque nuestro padre se había atrevido dejarnos ese mismo año diciendo que no podía continuar con una vida así, lo que me parece irónico porque ¿niños de nueve y diez años si podían? Y desde ese día no habíamos vuelto a saber nada de él, lo único que recibíamos era dinero el cual depositaba en una cuenta en el banco de donde cubríamos en gastos.

Flores En La OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora