- ¿Dónde demonio se metió? - Escucho la voz de Zac desde el cuarto de limpieza.
Estoy escondida aquí desde que le jugué una broma a Zac y a los demás idiotas del equipo de futbol, estuve pensando mucho tiempo que podría hacer para molestarlos, hasta que después de 3 rebanadas de pizza y un gran tazón de nieve decidí que robar su ropa y llenarla de pegamento y plumas mientras ellos se duchaban y jugaban en las regaderas sería lo ideal.
Espere paciente hasta que se dieron por vencidos y se fueron, salí de mi súper increíble y nada cliché escondite y camine con mucha precaución por si aún no se han ido y en realidad están en otra parte de la escuela, llegue a la parte de atrás donde estacione mi carro, la gente siempre quiere salir rápido de la escuela así que nadie se molesta por utilizar el estacionamiento sur, siempre está totalmente desierto.
Estoy a unos metros del carro y de repente la puerta trasera de la escuela se abre de golpe haciéndome saltar del susto y Brayan, otro chico del equipo, me ve.
-¡Está aquí!- grita avisando a todos los demás
Sin pensarlo dos veces salgo corriendo, no me da tiempo de subir a mi carro y largarme porque ya tengo a Brayan casi encima de mí, creo que en lugar de tragar tanta pizza debería de ponerme a hacer ejercicio.
No soy la persona más rápida de la escuela, eso es claro, pero mi instinto de supervivencia y la adrenalina que traigo encima me hacen correr lo suficientemente rápido como para que ninguno de los chicos me atrape.
Me dirijo al bosque, sé que ahí los perderé ya que casi nadie se molesta en ir, bueno casi nadie ya que yo me la mantengo ahí, es como mi segunda casa.
Corro entre los árboles para despistarlos y cuando sé que no me ven me meto dentro de una especie de cueva, los escucho pasar y maldecir por haberme dejado escapar, cuando se fueron decido ir a mi refugio, una cabaña que está muy dentro del bosque y por eso casi nadie sabe de ella. Entro a la casa, me siento en unas de las polvorientas sillas y por fin respiro como Dios manda.
-¿Cansada?- escuchó la voz de un hombre y casi me caigo de la silla por el susto, me llevo la mano al pecho y levanto la mirada, es un chico un poco mayor que yo, como de unos 19 años, es alto y endemoniadamente guapo, no puedo decir nada por la maldita impresión, entonces se ríe y creo que es la persona más sexy del mundo.
-Si quieres me quito la camisa para que me veas mejor- dice aun riendo, entonces salgo de mi sorpresa y me doy cuenta de que el imbécil se está burlando de mí, ¡ósea de mí!
-Gracias por la oferta, pero no me gusta ver miserias- menciono retándolo con la mirada –aunque si me gustaría que te fueras, no quiero desconocidos arrogantes aquí.
-Bueno a mi si me gustan las desconocidas sexys- me muestra su sonrisa más coqueta, y sí que se ve bien, pero eso de dejarme seducir por una cara bonita y un buen cuerpo no es lo mío.
Suelto una carcajada y me levanto de la silla
-Sera mejor que te vayas- Digo con un tono amenazante, el desconocido se me queda viendo y se acerca a mí, tanto que me dan ganas de decirle; alto ahí loca, pero no quiero parecer débil así que no muevo ni un solo musculo.
-Esto será interesante- dice con una sonrisa mientras acerca más su cara y puedo sentir su aliento en mi rostro.
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Abriendo los ojos
Teen FictionElla era una chica común, un poco pesada pero común al fin de cuentas, se preocupaba por cosas insignificantes como la escuela y sus amigos, pero todo cambia cuando encuentra a un chico extremadamente guapo que le hace abrir los ojos y ver el mundo...