Primer capítulo: 27 de Marzo

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Desorientado en el marco último del vaivén onírico, paseaba dentro de oscuros destellos de un mundo casi extinto, torturado por nostálgicos recuerdos y viejas fotografías que se perdían con el eco sordo de los párpados cuando se abren. Logré aventar los brazos hasta que el reloj cayó de la mesa de noche junto a la cama y se desconectó del tomacorriente, deteniendo la alarma que bufaba como una bestia celosa por sacarme de entre las sábanas. Me dejé engullir por las almidonadas mantas e intenté volver a dormir sin resultado alguno.

Dentro de mi fuerte de sábanas, resguardado de los impíos rayos de alegría del mundo exterior, me sentí leve: como apenas existente. Incompleto. Como una pequeña brizna de pasto que corta silenciosamente el aire, arrasado por una fuerte corriente de viento; o como el humo de un cigarro, arremolinándose antes de escapar por el resquicio de alguna ventana. No hay peor tormento ni dolor más dulce que la abulia, después de todo, la marca roja del tibio beso de la vida se desdibuja más rápido en alguien que anhela la muerte que en un muerto en sí. 



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