Susanne siguió mi paso por las escalones que llevan al despacho donde atiendo a mis pacientes. El agudo tañido de sus tacones contra la abaldosada superficie de las escaleras llegaba límpido hasta mis oídos. Mi enfado, al igual que el ruido causado por el repiqueteo de sus tacones (Tac), parecía volverse más fuerte a cada paso, tanto que apenas advertía sus palabras detrás de la espesa cortina de ruido.
— Oye, sé que... tac... te entiendo, recuerda que yo también... Tac siempre alguien que ...TAC... TAC... TAC... ¡TAC!
El sonido pareció ensordecer un segundo, como ese agudo chillido que queda después de una gran explosión. Me detuve en seco, apretando los dientes y con la mirada perdida en algún lugar del borde saliente del último escalón.
— James, yo estoy conti...
— ¡Dr. Lussiet!— le corté abruptamente—.
Me giré para verla. Susanne se había quedado a medio subir, ofreciéndome una mirada áspera. Por primera vez en mucho tiempo veía su bello, aunque un tanto avejentado semblante arrugarse en una mueca de desagrado.
El enfado me había abandonado, para dejar paso a la vergüenza.
— Eh... Doctor — respondí vacilante, después de unos segundos—. Doctor Lussiet. Ese es mi nombre— y casi sin poder mantener la mirada, agregué:— Úsalo, por favor.
— Bueno, Dr. Lussiet. Si le descontara las horas que ha perdido este mes, es usted el que tendría que pagarme. Lleva la corbata al revés y la camisa mal abotonada, por eso le he preguntado si se encontraba bien—bajé la vista hasta corbata. Escuché cómo liberaba un resoplido de aire que se mezclaba entre desencanto y decepción—.
»Siento tu pérdida, James. Pero yo no tengo la culpa. Puedes irte a casa si lo necesitas
Susanne dio media vuelta y se marchó. Yo entré a mi despacho.
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27 de Marzo
Mistério / SuspenseHa pasado un año desde el anterior 27 de Marzo, el día que desapareció Mabel