La Verdad

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Alaia tenía frío y miedo. Llevaba tres días en aquella torre sin salida, tres horribles días en donde no había visto u oído a nadie; una vez al día la puerta se abría se abría y una bandeja pequeña de plata, con comida caliente, era puesta en el suelo antes de dejarla encerrada de nuevo. La única salida que había visto aparte de la puerta era la ventana, era grande y dejaba entrar la luz solar en las mañana, sin embargo, estando encerrada en la torre de piedra más alta que jamás hubiera visto, salir por la ventana no era una opción.

Alaia deseaba haber obedecido a su padre, si no se hubiera alejado de palacio y adentrado en el bosque, el caballero de brillante armadura jamás la hubiera encontrado. Así que ahora estaba en un buen problema, el caballero de brillante armadura, Dominic, la había tomado por la fuerza sin que nadie lo viera y la llevó a la gran torre, su prisión actual. Dominic solo buscaba oro en ella, le había dicho que la tendía ahí una semana para preocupar al rey, su padre, de esa forma el rey estaría más dispuesto a entregarle oro y joyas a cambio de su preciada hija y princesa.

Y por lo que Alaia sabía, todo iba de acuerdo a su malévolo plan.

Hasta el cuarto día de su cautiverio, cuando decidió que llorar y extrañar a su padre no le serviría de nada, decidió que bien podría intentar bajar por la ventana; si conseguía una cuerda o creaba una con las sábanas de su cama y las cortinas, tal vez podría acercarse lo suficiente al suelo para saltar y huir de aquel lugar. Por lo que tomó las sábanas amarillentas que cubrían la cama y bajó las cortinas grises y sucias que apenas cubrían la ventana, las enhebró en una complicada trenza, intentando hacer la cuerda lo más larga y resistente posible.

En cuanto terminó, ató un extremo de la improvisada cuerda al poste de la cama en la que había sido obligada a dormir durante tres noches, luego comprobó que las sabanas y cortinas no fueran a desenhebrarse; cuando estuvo lo suficientemente segura, Alaia lanzó el otro extremo de la cuerda por la ventana y se dispuso a bajar. Por desgracia y para vergüenza de Alaia, las sabanas y las cortinas no habían sido suficientes, la cuerda apenas llegaba a la mitad de la torre, era demasiado alto para arriesgarse a saltar, si moría por la caída nunca vería a su querido padre de nuevo. Así que la princesa de Georcann se decidió a subir de nuevo. Pero había un pequeño problema, en cuanto empezó a escalar la torre, las delicadas telas empezaron a rasgarse y crujir, Alaia intentó subir más rápido, pero no sirvió de nada, sabía que nunca llegaría a la ventana antes de que la cuerda se rompiera.

Un grito se escapó de sus labios en cuanto la cuerda se rompió un poco y la acercó más al suelo, en donde le esperaba una muerte segura. Lágrimas tibias resbalaban por sus mejillas sonrodas y su cabello rubio azotaba su rostro, cubriendo sus asustados ojos marrones. El caballero de la brillante armadura no estaba ahí para rescatarla, había ido al reino para asegurarse que el rey estuviera preocupado, aún así, Alaia dudaba que le hubiera ayudado. Pero la suerte de Alaia parecía solo empeorar, una enorme mancha oscura cubrió el sol. No era un pájaro o una nube, ni siquiera un águila o halcón serían tan grandes. La princesa miró con horror como un feroz dragón verde oscuro descendía hacia ella, los ojos amarillos de la bestia se posaron en ella con curiosidad, la criatura rodeó la torre unas cuantas veces, nunca apartando la mirada de su presa.

Alaia nunca había estado tanasustada en sus dieciocho años de vida, ni siquiera cuando su madre murió ysupo que jamás la volvería a ver. Pero en cuanto un grito iba a escapársele, lacuerda cedió y la chica comenzó a caer al vacío, eso fue hasta que unas garrasenormes la tomaron y la elevaron al cielo. 

La bestia la había atrapado.    

Alaia quería luchar para que la soltara, pero sabía que solo moriría si aquel dragón la soltaba mientras volaban sobre el bosque.

La Princesa y el DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora