En aquélla hermosa mañana, la rubia se establecía bajo un árbol de cerezo, disfrutando de las brisas frescas que estaban presentes alrededor de ella. Su concentración se reflejó en la lectura de un libro y fue interrumpida por un dulce aroma que venía de algun parte del campo, levantó la vista y miró a los lados. Aquél perfume invadía su curiosidad, convenciéndola a seguir aquello llamativo.
Al llegar a esos olores, los ojos de aquella dama se sobresaltaron, resaltando su color celeste en ellos. Notó una cantidad de flores de distintos colores puros: Azules, amarillas, rojas, blancas, pero había otro color más que logró hipnotizar su atención, un pequeño grupo de flores violetas. Al verlas, recordó aquél momento, cuando el Mayor, Gilbert Bougainville, le dio un nombre a la pequeña, llamándola ''Violet''.
—Mayor...
Exclamó la rubia con un tono nostálgico en sus vocales, despertándose de sus memorias mediante un fuerte viento, haciendo que este lograse elevar algunos pétalos de los otros grupos, sintiéndose cálida por dentro. Los rayos de sol hacían brillar todo la área natural, aprovechando para sentarse con delicadeza en el pasto verde entre aquellas flores extravagantes, tuvo la precaución de no lastimarlas.