CAPÍTULO I

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—¿De nuevo saldrás? —cuestionó su  amiga, una morena de lentes.

—Necesito alimentarme —respondió ella sin quitar los ojos de su guardarropa.

Hacía tiempo que le había prometido a Alya dejarlo, pero el deseo en ella era más poderoso. No puedes dictaminar en contra de la fisiología.

—Marinette, dijiste que...

—Sí, lo sé, pero no puedo evitarlo, me siento débil, siento como si en cualquier momento he de desvanecerme, la sangre de animal no me sacia —dijo con un puchero dibujado en su rostro.

La morena se limitó a suspirar resignada.

—Deberías de tener cuidado, los cazadores pueden...

—Los cazadores no me harán nada —interrumpió a su amiga —aparte los únicos que saben de que sigo viva son tú y Luka.

Alya rodó los ojos fastidiada. Al parecer ser inmortal le había dado aires de grandeza.

—Escuché que Adrien Agreste esta en la ciudad —susurró Alya, rogando no ser escuchada. De hecho las palabras salieron de sus labios sin siquiera pensarlo.

Marinette que daba vueltas por el modesto departamento se detuvo en seco.

—Ah, ¿sí? —hizo como si no le importase, pero en el fondo se carcomía de curiosidad por saber más.

—Sí. Así que te recomiendo ir con cuidado. —Fue lo único que dijo sobre el tema.

La azabache asintió desganada. Tomó por último su abrigo, llaves y su inseparable arma (una daga heredada por su padre); no quería darle más vueltas a la conversación por el momento. Luego ella sabría qué hacer con el pequeño asunto de los Agreste.

—¿Cómo me veo? —preguntó la ojiazul a su amiga cambiando radicalmente el tema. Era la tercera vez que le preguntaba.

Aquel vestido de seda rosado resaltaba la jovial figura eterna de Marinette. Sin mencionar sus encantos naturales.

—Te ves bien. Anda, no quiero lidiar con una moribunda —contestó divertida Alya.

—Gracias, nos vemos. —Respondió para después salir.

Marinette entró al típico bar al que había acudido desde hacia cuatro años

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Marinette entró al típico bar al que había acudido desde hacia cuatro años. Desde que su vida cambió para siempre.

El lugar era modesto y un cuanto rústico. Se encontraba a las afueras de la ciudad. Predominaban las luces neón de antaño, muy al estilo de los 50's y en la música de fondo el jazz. Cualquiera diría que se trataba de un bar normal, pero ese no era el caso, ahí era un lugar donde criaturas de todas las especies (vampiros, cambia formas, cazadores, humanos, licántropos...) se reunían para apaciguar un poco sus penas.

La chica azabache no siendo la excepción asistía para encontrar a una nueva presa, hombre, mujer, realmente no importaba, estaba sedienta.

Miró de una forma discreta a todos los rostros dentro del bar, nada que no hubiese probado antes. Al parecer no era su día de suerte y tendría que conformarse con lo que sea.

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