CAPÍTULO VII

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—Se está haciendo tarde, su majestad. Debo llevarlo lo antes posible donde el rey; debe de estar muy preocupado y con ganas de arrancarme la cabeza—luego de un tiempo de charlas que fue más bien una tediosa plática detallada de cómo Nino pudo salir victorioso en una batalla de 1 contra 6, el mismo chico tomó la iniciativa de irse del departamento de las amigas.

Cosa que le hizo recobrar el aliento a Marinette.

—Mi padre hará toda una escena por este incidente y también por haberme escapado —aportó el chico rubio con un poco de fastidio bien disimulado bajo un semblante serio. —En cuanto a ti, Marinette —se dirigió a ella con una cálida sonrisa —los Agreste estamos en deuda al igual que todas las criaturas de la noche. —El mismísimo Adrien Agreste se inclinó ante ella, cosa que hizo a Marinette sentirse la peor escoria del mundo, sin embargo, también era un recordatorio del poder que los Agreste tenían sobre ella.

Los vampiros de elite desaparecieron del departamento en un coche deportivo negro que los esperaba fuera. Marinette y Alya fingieron sus mejores sonrisas mientras se despidieron desde el balcón, para por fin ver como el auto desapareció a toda velocidad entre las calles parisinas.

La pelinegra sintió ganas de vomitar. Maldijo su cuerpo de vampiro que no la dejaba hacer ese tipo de cosas que una humana cualquiera ante situaciones peligrosas haría.

Sintió de pronto un zumbido en su cabeza y un escalofrío recorrer su espalda. ¿Qué había hecho? ¿En qué se había metido?

Alya no dijo nada, estaba igual o peor que su amiga. La chica de cabellera rizada se dejó caer sobre el sillón completamente abrumada.

—Exactamente... ¿Qué pasó? —la voz de la morena llenó el sepulcral silencio en el lugar.

Marinette negó con la cabeza sin que las palabras pudiesen salir de su garganta.

—Y-yo... Yo no tengo idea.

—Esto es malo, y lo sabes...

—Claro que lo sé. —Se llevó ambas manos pálidas a su abundante cabellera negra e hizo un reboltijo intentando aclarar sus ideas. —Debemos de salir de aquí cuanto antes.

—¡¿Qué?!

—Lo que escuchaste, Alya. No podemos quedarnos en París, es muy peligroso —vociferó agitada la vampira mientras fue a su habitación a comenzar a hacer sus maletas. Su amiga la siguió a la habitación viendo cómo todo sucedía de una manera excesivamente rápida. —Iremos a Nueva York, tengo algunos amigos allá que podrán hospedarnos y...

—¡Chica, basta! —Alya decidió tomar el control de la situación. Marinette detuvo lo que estaba haciendo de inmediato.

La chica ojizarca normalmente era la más calmada de las dos, siempre estaba serena y nunca tomaba acciones precipitadas, todo lo que hacía, decía, etcétera, era premeditado... pero esa vez Alya supo que Marinette necesitaba calmarse cuanto antes y hacer lo que mejor sabía hacer: premeditar la situación en la que ambas se encontraban. Y buscar la solución más conveniente.

—Piensa bien lo que está sucediendo —prosiguió.

Se escuchó un suspiro pesado.

—Ya lo pensé, Alya, dejamos muchos cabos sueltos que nos hacen sospechosas... Tú que bebes la planta Surm; que un vampiro y un humano convivan como si nada; yo que bebí la sangre de Nino... ¿sabes lo que pasa cuando un vampiro bebe la sangre del otro? —la morena negó. —Puede tener un breve acceso a sus recuerdos —explicó con el rostro serio —¿Qué pasa si vio que era una cazadora? ¿Qué pasa si vio lo que mi familia le hizo a los Agreste? ¿Qué pasa si...?

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⏰ Última actualización: Apr 26, 2022 ⏰

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