Capítulo 16: Descubriendo personas

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Ha pasado una semana desde que Anna y yo comenzamos a salir. Las cosas van geniales, incluso se lo hemos contado a Laura y nos ha apoyado en todo. Mi madre y Lorena todavía no saben nada, no sé cómo decírselo. Hace tan sólo una semana les comenté que había dejado a Gonzalo, me da miedo que piensen que estoy saliendo con Anna para superarlo o algo así porque no es verdad. Anna, por su parte, ya se lo ha confesado a Antonio, su padre, y cómo no, se lo ha tomado genial. Ojalá mi padre fuera tan alegre como el suyo, pero no tengo tanta suerte.

—Amiga, ¿en qué planeta estás? ¿Annalandia? —pregunta Laura y vuelvo en sí.

—Oh... Perdón. ¿Qué decías? —digo caminando hacia la siguiente clase.

—Que cómo te ha salido el examen. A mí bastante bien, esta vez el señor Montgomery se ha portado bien con las preguntas, ¿no crees?

—Sí, menos mal. También me ha salido mejor de lo que esperaba.

—Por cierto, ¿vas a contárselo a tu madre? —pregunta sentándose a mi lado al entrar en clase.

—¿El qué?

—Lo tuyo con Anna, claramente —dice obvia y suspiro.

—No sé... Creo que es demasiado pronto —puntualizo sacando mis apuntes de la clase anterior.

—Lo que creo es que tienes miedo e inventas excusas —me acusa y elevo las cejas.

—¿Perdona? ¡No tengo miedo! —replico y la profesora nos manda callar.

—Pilar te apoyará siempre, es un amor de persona —susurra mi mejor amiga.

—Sé cómo es mi madre, Laura. Simplemente prefiero esperar a ver cómo nos va a Anna y a mí antes de decírselo a mi madre.

—Selena, ¿algo que decir a la clase? —pregunta la profesora colocándose las gafas de pasta y abro los ojos de par en par.

—Eh... yo...

—Vaya, veo que tenemos una tartamuda en clase —comenta ella y algunos se ríen.

—No debería hacer bromas de ese tipo —comenta un chico y todos nos giramos para verlo.

—Vaya, veo que Selena tiene un admirador. Entonces no os molestará ir al aula de castigo juntos —dice la bruja y gruño por lo bajo.

—Lo que sea para salir de esta asquerosa clase —espeta el chico saliendo del aula y lo sigo.

Caminamos por el pasillo en silencio hasta que decido romperlo.

—Oye... Gracias por defenderme —le digo, pero ni siquiera me miro.

—Lo habría hecho por cualquiera, Selena. No te sientas especial.

Qué borde es. La verdad es que no recuerdo muy bien su nombre. Sé que empezaba por R. ¿Ramón, quizá? Maldita memoria de pez, para los nombres soy pésima. Llegamos al aula de castigo y la secretaria nos atiende.

—Vaya, vaya, a quién tenemos aquí... Selena y Rubén.

Eso, Rubén.

—Ya me echaba de menos, ¿no? —dice sarcástico Rubén y la secretaria lo fulmina con la mirada.

—Eres igual que tu hermano Gonzalo. Por cierto, ¿qué ha sido de él? —pregunta ella intrigada y Rubén se encoje.

Qué casualidad que su hermano se llame igual que el chico que no quiero volver a nombrar en la vida.

—No nos hablamos. La última vez que llamó a casa fue para decir que había encontrado un nuevo apartamento y una novia que aún estudiaba en el instituto —comenta desganado y me quedo perpleja.

Amores Fallidos (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora