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Y ahí estaba de nuevo, dentro de aquella estructura donde la arquitectura delataba su antigüedad, de pie frente a aquella gran puerta cerrada. Sobre su cabeza un letrero descansaba en la blanca pared, una suave melodía se filtraba de entre la vieja madera y sus manos sudaban a la par que está se abría dando paso a su interior.

Una cabellera castaña cual mas fino chocolate se movía libre al compás de cada movimiento de aquella danza. De un tono acaramelado, brazos y piernas danzaban con cada nota en la canción, la música sonaba a un tono moderado pero sin dejar que el exterior y sus ruidos corrompieran su armonioso compás. Cuerpo delgado de rasgos finos y bellos ojos azules cual profundo mar, que en este momento se encontraban cerrados, con una expresión relajada digna de retratarse como la mejor pintura, sintiendo y dejando fluír la música por su cuerpo, hablando sin palabras, transmitiendo todo y nada a la vez a su fiel espectador, quien le consideraba la más bellas de las artes.

YoonGi lo veía danzar, admirando aquél hermosos ser que parecía haber sido creado por los dioses, siendo este su mejor escultura. Veía con asombro como la música se volvía parte de su ser al bailar, tal como él sentía cuando acariciaba las finas teclas de su piano, dejándose llevar por el sentimiento que aquellos sonidos le provocaban. Un brillo en sus ojos denotaba la emoción que aquella vista le transmitía, tal como un niño al ir por primera vez al cine. Sintiendo en su pecho el revuelo de emociones transportándolo a sus tardes de teatro junto a sus padres o a sus noches sumergido entre aquellos viejos libros, explorando las maravillas de la literatura, pero claro, JiMin era el mejor entre aquellas historias.

Siempre era así. Cada tarde al terminar sus cursos, el de cabellos tan negros como una noche sin estrellas, se dirigía al salón de danza contemporánea con el único fin de verle bailar. Admiraba cada paso realizado, cada compás y cada balanceó en su cuerpo, por más mínimo que fuese, aún si se repetía cada día la misma coreografía la admiraría como si fuese la primera vez. Era su rutina, y la amaba, pero sobre todo, amaba a aquél que con movimientos delicados y precisos se movía al compás del sonido, siendo la música y él una sola persona.

No solo amaba su perfecto aspecto ni su delicadeza al deslizarse por el salón, sino también, amaba la forma en que, al terminar su ejecución, sus párpados se abrían con calma y lentitud, revelando tras ellos los hermosos zafiros que eran sus orbes. Amaba la forma en que, a causa de su brillante sonrisa, estos mismos desaparecían y observaba con ternura y de brazos abiertos como aquél dueño de sus emociones se dirigía hasta él, fundiéndose en sus brazos como si fuesen un solo cuerpo compartiendo hasta el alma.

Amaba al pequeño libro abierto que ahora se encontraba escondido en su pecho, su actitud tierna e inocente, extrovertida y alegre, pero audaz, astuto y decidido, siempre enseñándole algo nuevo de la vida, siempre mostrándole algo nuevo de si mismo, tal como una novela de misterio, repleta de movimientos inesperados que solo lograban cautivarlo aun más.

Sin duda, de entre todas las Bellas Artes habidas y por haber, para él JiMin era su favorita.

✿Fine Arts✿ ●YoonMin●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora