Todo empezó una cálida noche de verano, cuando una hermosa chica apareció frente a mis ojos, como si de un regalo de los dioses se tratará. Tenía bellos ojos avellana con largas pestañas, una larga cabellera de color cobrizo con olor a vainilla, una fina y esbelta figura y aquellos divinos labios rojos.... Oh esos labios, quien pudiera olvidarlos. Todo de ella me hipnotizó, me hechizó completamente.
Su nombre, era Carolina, nombre que le iba como anillo al dedo, pues aquella enigmática y encantadora aura que la rodeaba, me hacia recordar a los amaneceres en Carolina del Sur, el lugar donde me crie. Al verla quedé en blanco, no tarde mucho en caer a sus pies, como si todo atisbó de cordura o razón hubiese sido opacado por el deseo de complacer a tan fina criatura.
Pasaron los segundos, los minutos, las horas y la cautelosa guerra de miradas se volvió una divertida charla, la charla se convirtió en coqueteo, el coqueteo en anhelo y el anhelo en pasión brutal y desenfrenada como el ímpetu de un incendio arrasando un bosque, consumiendo todo lo que en su camino encuentra. Antes de darnos cuenta el amanecer había llegado, pero cuando desperté con el sol de la mañana perturbando mi descanso, ella había desaparecido como si solo hubiese sido un fugaz sueño, del que solo quedaron efímeros recuerdos y el dulce olor a vainilla sobre las sabanas. Probé a llamar al número que me dio la noche anterior, pero resultó en vano, pues aquel número era falso.
Por un momento miré por la ventana al sol asomándose entre las montañas anunciando la llegada de un nuevo día. La dulce decepción y la sensación de engaño recorriendo mi cuerpo, una sonrisa tranquila esculpida en mis labios ante la astuta treta de aquella mujer. Aún podía sentir la suavidad de su piel y la calidez de sus labios sobre los míos.
Nunca me volví a cruzar con ella, tal vez fui uno más de tantos, tal vez fui solo una apuesta o tal vez simplemente fue un invento de mi mente embriagada, una momentánea ilusión, pero no puedo evitar recordarla con ternura y deseo en ocasiones, pues aunque solo fuera una noche mi corazón fue robado descaradamente. Aun ahora después de haber pasado ya un tiempo, a veces me despierto de madrugada y viendo al amanecer colorear mi ventana, me preguntó que fue de ella, o si la podré volver a ver algún día, mientras que esos preciados recuerdos que quedaron sellados entre las cuatro paredes de aquella habitación, vuelven a mi memoria.
Me pregunto si nuestros caminos se volverán a cruzar de nuevo.
Me pregunto, si alguna vez una mujer podrá marcarme tan profundamente como lo hiciste tú con un beso,
mi amanecer,
Carolina
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Una noche de verano (Micro relato)
RomanceTodo empezó una cálida noche de verano, cuando una hermosa chica apareció frente a mis ojos como si de un regalo de los dioses se tratará.