Mientras esperaba una respuesta de Cristian ojeé los mensajes directos que tenía. La mayoría eran de chicos que intentaban ligar empezando la conversación con un piropo más pasado de moda que las camisas ochenteras que guardaba mi madre en el armario, siempre bloqueaba este tipo de mensaje excepto las veces que mis amigos y yo nos reíamos de ellos siguiéndoles el rollo; tenía otros mensajes —pocos, para qué mentir— de chicos que había conocido por esta red social y con los que había mantenido alguna conversación, parecían algo más normales e interesantes además que siempre hablaba con aquellos que me parecían guapos, tampoco os voy a mentir sobre ello por muy superficial que os parezca.
Entre vistazo y vistazo de algunas cuentas de moda urbana, llegó a mi barra de notificaciones la que andaba esperando.—"Nooo" —fue la respuesta del señorito. Mis labios hicieron una pequeña mueca de molestía. No podía creer que rechazase mi plan cuando a penas nos separaban cinco pasos piso con piso. —"Ven tú, qué me da pereza moverme" —mis labios volvieron a cambiar pero esta vez pasando a hacer una sonrisa pícara.
—"Está bien pero que sepas que eres un consentido" —fue mi respuesta por acceder a ser yo la que se movía de su sitio para ir hasta donde se encontraba.
—"Tú qué me lo permites" —y pensé que en eso tenía razón y que quizá algún día marcara cierta distancia para ver como se lo tomaba. —"Anda, no tardes 💖" —y aquelló me gustó porque sonó a un tengo ganas de verte aunque detrás de ello no se escondiera nada más que un no tardes porque me voy a morir de aburrimiento al final.Levanté mi cuerpo de la cama y vestí mis pies con unas Adidas negras con las rallas de los laterales en color blanco. Minutos antes me había arreglado con un top corto de tirantes color blanco, y unos pantalones negros de chándal. Cogí el móvil y me dispuse a salir hasta el otro lado del rellano. Como había dicho: cinco pasos y la puerta del tercero B estaba frente a mis narices, abierta, invitándome a entrar. La empujé con cuidado y cerré sin dar un fuerte golpe, lo suficiente como para asegurarme de que quedaba cerrada de una vez.
Caminé hasta el fondo del pasillo y giré a la derecha cuando llegué al límite de su profundidad, allí se encontraba la habitación de Cristian, con la puerta entreabierta, decorada con un cartel que indicaba en letras grandes "las malas vibras se dejan fuera". Apoyé mi mano en ella y la abrí, dejándome ver la espalda de Cristian algo brillante por el calor del verano aunque perfectamente tonificada por el empeño que ponía cada mañana en cuidar su cuerpo, también me fijé en los músculos de sus brazos que no eran demasiado grandes pero llamaban la atención junto con las venas que se podían ver en ellos.
Me acerqué intentando darle un susto pero pareció darse cuenta porque giró el cuerpo sobre sí mismo enfocando su mirada en la puerta del dormitorio y sonriendo como diciendo te pillé. Dejé caer el peso de mi cuerpo sobre la cama, haciendo que crujiera como si se fuera a romper pero siempre hacía aquello y nunca cedía, así qué de momento no iba a dejar de hacerlo.
Yo estaba tumbada hacia arriba con la cara dando al techo, Cris seguía de lado con las piernas estiradas, apoyando la cabeza en su brazo, cara a mí.—¿Tanta gente con la que quedar y te han dado plantón o qué? —giré la cabeza para mirarle mientras empezaba con mi habitual pique al que ya estaba más que acostumbrado. Él se río aunque en sus ojos pude ver un atisbo de decepción.
—Nada de plantones, eso solo lo hago yo —respondió chulesco y yo levanté una ceja incrédula ante sus palabras. Realmente me encantaba cuando se ponía de ese modo, me daban ganas de darle de hostias y comerle los morros a la misma vez. —Simplemente encuentro que últimamente... es como si nada me llenara. Quedo con gente y es como si hubiera desperdiciado toda la tarde con ellos, amistades vacías con las que quedas a echar un porro al parque para hablar de las cuatro trivialidades de siempre y fin. Ya está. Mi cuerpo pide cosas nuevas pero en este barrio de mierda poco se puede hacer —parecía realmente frustrado con aquello y sentí algo de pena; yo también había podido sentir lo mismo alguna vez.
—¿Y te pasa con todo el mundo? —mis cejas se arqueron al pronunciar aquello.
—No, con Pablo, Manu, Lorena... Contigo... no me pasa, sois esenciales en mi vida —mi gesto se relajó cuando lo dijo.
—No te preocupes, puedes moverte, ir a nuevos lugares, conocer gente nueva. Tú decides tu destino, los límites te los pones tú.
—Me los pongo yo y el dinero —parecía resignado, era un cabeza dura que no atendía a razones por muy buenas que fueran, me daba algo de pena que fuera así pero por más que había intentando hacerle ver las cosas nunca lo conseguía hasta que no lo hacía por él mismo. —Demasiada gente me ha dicho la frase quien nace en el barrio muere en el barrio, y por desgracia he visto a demasiada gente cumplir el dicho. ¿Quién te dice que yo no voy a ser uno más? —sus ojos pasaron a estar tristes y deseé con todas mis fuerzas abrazarlo entre mis brazos y calmar su pena. Esta vez fui yo la que giró su cuerpo quedando frente a él.
—Eh, Cris —alzó su mirada chocando con la mía, me miraba como un cachorrito pidiendo algo de comida. —Saldremos de aquí —esta vez en sus ojos se podía ver algo de esperanza, y me alegraba ser yo la que se la estuviera ofreciendo —te lo prometo ¿vale? —mi voz sonó segura, no podía ser tan difícil conseguirlo, pensé. En mi cara se dibujó una sonrisa que copió Cristian, y asintió como respuesta a mi promesa.
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Sin querer.
Non-Fiction||El roce hace el cariño.|| Las madres de Claudia y Cristian han sido amigas de toda la vida, tuvieron hijos casi a la misma vez. Estos han crecido juntos, haciendo crecer a la vez un sentimiento el uno por el otro. Claudia asegura ser demasiado p...