Día 7: Separación

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La vida de casados es complicada.

Siempre el factor psicológico de las parejas influye demasiado para hacer que los pequeños problemas se convirtieran en una tormenta.

El caso del matrimonio Marsh no llegó a salvarse.

Cuatro años después de su perfecta y dulce boda, los dos adultos enfrentaban el peor problema de toda su relación.

Mientras el moreno empacaba su ropa en la maleta que recién había cogido del armario, el pelirrojo esperaba molesto en la sala, con los ojos acuosos y toda la rabia de su ser contenida en aquel llanto ahogado.

No había manera en la que Kyle aceptara que su esposo simplemente se fuera con esa estúpida bruja.

Pero Stan se había negado a escucharlo, tan solo decidió que quería irse, que lo demás no importaba y que si el pelirrojo no lo entendía, era su problema.

Una vez que su maleta estuvo lista, el moreno sintió un leve remordimiento.

No quería ser tan cruel con su dulce pelirrojo, pero aquello era inevitable, había decidido que se iría con Wendy y no estaba dispuesto a cambiarlo aunque el más bajo terminara herido por eso.

Ver la fotografía de su boda en la mesita de noche le hizo más difícil la partida. Pero se puso firme y decidió que no había marcha atrás.

Tomó la maleta y la cargó con pesadez, mirando su habitación una vez más, recordando todos los lindos momentos vividos entre esas cuatro paredes.

Debió durar bastante tiempo ensimismado en sus recuerdos, pues sólo pudo volver a la realidad gracias a la voz temblorosa de su esposo.

—No tienes que irte...—

Ante aquellas palabras suaves y el temblor del pelirrojo Stan no tuvo otra opción más que aclararle la situación.

—Voy a irme Kyle, te guste o no, eso no va a cambiar—

Las lágrimas amenazaron con escapar de sus ojos, pero el moreno estaba ya harto del berrinche del contrario.

Eso tenía que terminar.

—Se hace tarde, me voy—

Stanley Marsh pasó de largo a su esposo, maleta en mano abrió la puerta y salió de aquella casa donde su matrimonio estaba construido.

El pelirrojo derramó un par de lágrimas al no poder detener a su esposo.

Estaba tan frustrado con aquella situación que no sabía que hacer, sin embargo, bastó una mirada al pequeño portarretratos en la mesita de noche para que su cuerpo reaccionara.

Antes de darse cuenta, había tomado el cuadro de madera que enmarcaba el día más feliz de su vida y había corrido detrás de su esposo.

Stan estaba apenas estaba llegando a la carretera cuando el pelirrojo lo alcanzó y sin hacerle más preguntas o reproches abrazó al hombre más importante en su vida con todas sus fuerzas, tratando de transmitirle, de hacerle entender lo mucho que lo amaba.

No iba a pedirle que se quedara de nuevo, sabía que no conseguiría hacerlo cambiar de parecer.

Pero al menos deseaba que Stan entendiera como se sentía.

Pronto los brazos del más alto lo  envolvieron y supo que su esposo había comprendido sus sentimientos, aún si estos no cambiaban las cosas.

—Cariño, solo voy a irme una semana—

Le dijo con una sonrisa tranquila, sabiendo lo inseguro que era su pequeño pelirrojo no podía evitar sentir ternura ante sus pataletas por los celos a veces absurdos de este.

—Es un viaje de negocios, el sábado estaré de vuelta—

—Ugh, no quiero que vayas con esa fea—

Stan solo pudo reír un poco mientras acariciaba su cabello.

—Wendy no es fea—

—Eso es lo que me molesta—

El moreno depositó un tierno beso en los labios de su pareja.

—No es tan lindo como tú—

Con las mejillas rojas, Kyle tan sólo asintió y finalmente se separó de su esposo, lo miró con un puchero y le entregó la foto.

—No olvides que eres mi esposo, tonto—

El moreno tomó el cuadro y le sonrió al más bajo.

—No podría—

Ambos tomaron un taxi hasta el aeropuerto y el pelirrojo despidió a su esposo con tantos besos como pudo antes de que el contrario tuviera que abordar su vuelo.

Y así fue como la pareja Marsh se separó por primera vez en cuatro años.


7 días StyleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora