Carolina del Sur, 1945 (En la Actualidad)
Cada vez que escucho un ruido; cada vez que oigo un grito; cada vez que vuelvo a verlos llorar, un nudo se forma en mi garganta e intento aguantarlo como puedo y dar así ejemplo de fortaleza.
Hoy nuevamente se ha puesto a llover. Estamos a mediados de verano, pero igualmente llueve y hace un calor sofocante. Una de las niñas, Ness, ya muestra síntomas de asma, es por eso que ahora estoy en la habitación de las niñas, con ella. Mi mano no se aleja de su frente, mientras que la otra, la dejo libre por si pide un poco de agua. Las instalaciones no son de lujo, bueno, es un orfanato, lo único que tenemos nuestro aquí es a nosotros mismos. Ni si quiera tenemos un apellido ¿para qué?, solo sabemos a ciencia cierta nuestro nombre y edad.
El Orfanato de Tiresville, está situado en el sureste de una pequeña localidad de Carolina del Sur. Aquí, mis doce hermanos –porque así los considero–, Mildret o La Gobernadora, como a los niños les gusta llamarla, Kiberi y Evanna, las dos reptiles que tiene La Gobernadora como criadas y yo vivimos. Me llamo Blake y llevo aquí prácticamente desde que nací. He visto llegar a tantos niños hambrientos y desnutridos como también los he visto abandonar el orfanato en el interior de pequeñas cajitas. Dimas, Will y Diana, ellos llegaron en ese orden con una diferencia de dos meses cada uno. Ellos fueron los primeros en no morir por desnutrición o enfermedades, y aunque tan solo tengan un año menos que yo, los considero unos críos a los que debo cuidar.
Ness empieza a toser muy fuerte y solo ésta vez me levanto para coger el paño de eucalipto que hay en la vieja leja de abedul. Se lo coloco en la boca y nariz, y le pido que respire.
– ¿Mejor? –le pregunto, y ella sonríe aliviada. Ness llegó hace dos años, era un saco de huesos pero digamos que he tenido que ingeniármelas un poco para que coman todos algo más que la ordinaria, triste y única comida que sirven en el orfanato. Le doy del vaso de agua que tiene en la mesita y llaman a la puerta.
–Blake –dice Viena con la cabeza gacha–, La Gobernadora quiere que bajes, acaba de llegar el señor de las minas. Viena nunca quiere mirar a la cara, ni siquiera quiere bajar a comer o hablar con cualquier otra persona que no seamos Aleix, su hermano mellizo, o yo. Viena tiene un extraño gen llamado Gen de Alejandría, sus ojos son completamente violetas, y creemos que fue por miedo, por lo que ambos hermanos fueron abandonados también.
–En seguida estoy allí, ¿te quedas con...? –demasiado tarde, Viena ya se ha ido, probablemente sabría que iba a pedirle que se quedara con la pequeña. Como no puedo dejarla sola, asomo la cabeza por la puerta y veo pasar a Will, recolocando sus ondas negras que le caen sobre sus ojos azules.
–Ptss –le chisto y parece que se ha dado cuenta, por que se acerca. – ¿Puedes quedarte con Ness? Subiré enseguida. –le pido.
–Solo cinco minutos, Tara me ha pedido que vaya a verla a su habitación. –dice con sonrisa burlona y yo aguanto la risa. Tara seguramente volverá a largarlo de su cuarto, pero no antes de haberse reído de él un rato. Son tan iguales–. Le doy una palmadita en el hombro y bajo las escaleras que crujen con cada paso.
Allí está, La Gobernadora Mildret y sus dos secuaces a las espaldas, a su lado un señor con bigote, capa negra y sombrero, con un maletín de piel de foca –es de foca porque Aleix y su hermana son rusos y entienden de pieles, sobre todo de la piel de foca– , y enguantado.
– ¡Oh! Mi querido, queridísimo Blake –dice la vieja engalanada–, es un honor que conozcas a sir Evey, co-propietario de la industria del oro–. El señor me da la mano y dice algo parecido a un encantado. ¿Encantado?, sé exactamente a por lo que ha venido este sir Evey.
–Bueno, señorito Blake, su institutriz nos ha dicho que están deseosos de trabajar en los yacimientos que encontraron el pasado mes bajo su sótano, ¿me equivoco? –La Gobernadora me mira con cara de vinagre, fulminante y cruel. Lo único que se me pasa por la cabeza es la vida de mis hermanos que nuevamente va a ser castigada. Como no quiero más castigos por hoy, intento decir la única frase que jamás he querido pronunciar en mi vida:
–Trabajaremos encantados, señor.

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Fireflies tree
Fanfiction/ Blake y otros doce niños huérfanos están bajo el control de la horrible y tirana Mildret, a la que ellos llaman «La Gobernadora». Cuando el hambre y las enfermedades empiezan a aflorar entre los niños más pequeños, Blake, de dieciocho años y el ma...