La niña con las alas rotas

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Erase una vez una pequeña niña que olvido el camino a casa. Había salido a caminar en la mañana de un soleado domingo y había perdido el rumbo. Pero la pequeña no tenía hambre, pues había llevado dinero consigo; no tenía frio, pues su abrigo la protegía de las tempestades; no tenía sueño, pues temía volver a hallarse rodeada de pesadillas; no tenía miedo a perderse, porque antes de salir de casa estaba perdida y ahora, caminando por los verdes campos, sentía que al fin había hallado el camino.

Caminó sin rumbo fijo y mintió a quienes le habían preguntado dónde se hallaban sus padres. Consiguió un par de empleos pequeños por los cuales le daban alimento, ropa o un baño; e incluso, de vez en cuando algo de dinero. Cuando llovía se metía a las casas que habían en los parques; o de vez en cuando se quedaba recostada en la hierba sintiendo como ello era un refrescante baño. Vivió sola hasta los dieciséis; y nunca nadie la buscó.

Un día, logró conseguir con algo de ayuda un empleo en una cafetería. Le gustaba el trabajo, y con su sueldo por fin pudo pagar el alquiler de una pequeña habitación y el alimento y ropa necesarios para vivir de manera decente. Lo único que le disgustaba era el maltrato por parte de sus jefes; pero jamás le importo demasiado.

Un grisáceo día de octubre, la joven llegó al trabajo y se halló con que su madre biológica se hallaba dentro. Al instante recordó los maltratos sufridos de pequeña y con lágrimas de tristeza corrió hacia un lago cercano. Mientras corría y lloraba, sintió como gotas de agua caían frías desde el cielo.

Cuando llegó al lago, se sentó en la parte del muelle y lloró mientras la lluvia hacia de las suyas, evitando que se notara la diferencia, entre las gotas frías que caían del cielo, y las cálidas y saladas que caían de los ojos de la joven.

Luego de un rato, dejo de llover, y entonces sus lágrimas por fin parecieron notables. Un joven de la misma edad que la chica, había salido a caminar después de la lluvia; y mientras pasaba junto al pequeño muelle notó a la sollozante chica. Se acercó a ella y en vez de preguntar cualquier cosa, solo se sentó a su lado en el mojado y sucio suelo de madera.

Mientras tanto, en el cielo las nubes oscuras y grises se alejaban y dejaban al descubierto al bello sol que aún intentaba salir por entre ellas. Era tarde, y el cielo se veía completamente despejado. La chica había dejado de llorar y ahora solo permanecía sentada junto al otro joven. Ambos miraban hacia el frente, sin reparar mucho el uno en el otro. Al final ambos vieron desaparecer el sol y juntos notaron la llegada de las estrellas.

Esa noche, él le prometió no dejarla sola y guardar todos sus secretos; y así lo hizo durante una semana. Una semana que fue maravillosa para ambos, porque para ella fue el inicio de una nueva etapa en su vida y para él, el tan indeseado final de la historia. Ella comenzó a ver crecer sus alas; pero él sin quererlo, rompió con la magia y rasgo una vez más las alas.

La semana siguiente a la promesa, el joven falleció y la chica volvió a tener las alas rotas. Ella le prometió que crearía un mundo de magia, donde ambos podrían ser felices por siempre, juntos.

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