Marco, el chico que se sentaba hasta atrás en la clase, ¿Lo recuerdas? Yo sí, y trato de que tú y los demás lo hagan. Generación 1992-1995, esto va para todos ustedes.
Marco vagó por las calles desde pequeño, huérfano y hambriento permaneció hasta que el padre de la iglesia Santos de la Cruz lo vio fuera de esta, viendo comida.
El padre le crió y cuidó como si fuera su propio hijo; siempre ha sido tan amable y cariñoso con todos nosotros cuando niños al jugar afuera de la iglesia en pascua. Nunca tuvo un hijo propio, ni esposa en lo que a mí me consta. Por eso, creo que el padre pensaba de Marco un milagro esperando a ser descubierto.
A la edad de 13 años ingresó a la misma secundaria que todos nosotros, o, mejor dicho, la única en el pueblo. Recuerdo verle entrando por la puerta de mi clase de poesía en su primer día. Le encantaba leer desde una vez en que la iglesia hizo un viaje a la biblioteca. También recuerdo que tomó el último asiento en la primera fila, sin alguien a su alrededor, el mismo lugar en el que se sentaría todo el año.
Enfrentó abusos, demasiados para una sola vida. Los maleantes le trataban como si se tratase de un raro, alguien que no debería de juntarse con los demás. Había veces en las que Marco regresaba a la iglesia con un ojo morado o con lágrimas en los ojos. El día que finalmente me decidí a acercármele, creí haberme topado con un pequeño niño que abundaba por las calles en una tarde de lluvia.
Me acerqué a Marco por primera vez un día en que unos chicos de la escuela fueron demasiado lejos a principios de año en 1993. Pasaba por el gimnasio cuando escuché sonidos extraños que venían de los vestidores. Eran los vestidores de hombres. Me decidí por entrar, ya que no había adultos o alguien que me llamara la atención. Casi en el fondo, se encontraba Marco, llorando, y en sus manos tenía su cuaderno de poesía casi en pedazos. Dijo haber estado ahí escondido por la última hora.
Cuando dejó al lado los restos de su cuaderno, quise ver si de alguna manera, podía conectar las partes rotas. Casi al instante, Marco arrebató las hojas de mi mano de una manera firme pero cuidadosa. Confesó estar avergonzado por el contenido del cuaderno; Marco escribía poemas para mí, usándome como su musa en su poesía.
Al parecer le gustaba a un chico fantasma... lo siento, no sé por qué hice esa pésima broma. En fin, ¡Esa fue la primera vez que los dos hablamos! ¡Después de haber pasado casi seis meses en la misma clase de poesía! No logro perdonarme porlo que le sucedió a Marco, apuesto a que, si hubiera tenido amigos, su dolor no habría sido tan enorme.
ESTÁS LEYENDO
Observando desde lejos
Short StoryUna mañana en un pueblo en Carolina del Norte cercano a la frontera norte, una serie de hojas encontradas en una pizarra-corcho, situada en una secundaria, conteniendo anónimamente una historia narrada por una chica sobre un suceso que hasta entonce...