Odio las noches de verano. Cuando acaba el instituto me entra el insomnio y no desaparece hasta Navidad. Algunos días leo, otros escribo pero hoy no tenía ganas. No sabía qué hacer. Bajé al salón y cogí los auriculares para oír música. Cuando subía las escaleras me detuve a mirar por la ventana, a ver cómo se había quedado la noche. Pude avistar la Luna y unos centenares de estrellas: hermoso. Decidí salir a la azotea para avistar las estrellas y filosofar un rato, ya que no tenía nada que hacer. Adoro admirar la bóveda celeste y sus diminutas manchas blancas, me hace ver cuán pequeños somos y cuán grande nos sentimos, me hace pensar en mí, mis amigos y compañeros y en todo lo que me rodea, en cómo soy y porqué lo soy... En fin, me hace pensar. Y si a todo esto le añadimos mi repertorio de canciones hiperfilosóficas pues tenemos una bomba de ideas y pensamientos que harían desfallecer de cansancio a Platón.
Pasé como una hora mirando hacia arriba. Tenía el cuello fatal así que decidí parar un rato para descansar. Eran las 5 de la madrugada. Paré las canciones y cerré los ojos, cansados de mirar tantas lucecillas. Oí un ruido. Mis músculos se tensaron y me preparé para lo que hubiese allí pero, como siempre, no había nada. Empiezo a pensar que me estoy volviendo loco oyendo ruidos aquí y allí, de toda clase y tono. Volví a la posición de antes, con los ojos cerrados y la cabeza agachada. Me levanté rápidamente, pues casi doy con la cabeza en el suelo. Ya era hora de volver a la cama. Me di la vuelta para admirar una última vez las estrellas y cuando me giré para entrar hallé algo en mi camino, algo que no me esperaba y que me causó gran terror. Sentí cómo mi corazón latía más y más lento mientras mi vista comenzó a nublarse, impidiéndome ver lo que tenía delante. Mis piernas empezaron a temblar y vomité del asombro. Cuando me levanté y lo volví a ver, me desmayé. No sé cómo, aparecí sentado en la viga de mi azotea, desorientado y aturdido. Hice una vista panorámica para ver qué había pasado y lo hallé delante de mí. Pegué un salto del susto. Me hizo un gesto con la mano como para decirme que me calmase. Lo observé de arriba abajo: piel grisácea, delgado y alto, bastante parecido a un humano pero sin nariz y con los ojos grandes y negros. Sus manos eran grandes y con sólo tres dedos. Parecía llevar una especie de traje muy ceñido, de un gris más claro que el de su piel. Durante un momento nos quedamos mirándonos.
Nos llevamos un buen rato mirándonos, observándonos. No sé si podrá leer la mente pero en este instante estoy pensando en cómo salir de aquí, en cómo acabar con su vida de la forma más segura para mí y salir corriendo gritando. De vez en cuando me dada el tembleque y me ponía muy nervioso. Cuando me pongo nervioso sudo y muevo los dedos de las manos. Él me vio y empezó a hacer lo mismo.
-Sé hablar tu idioma me dijo. No me lo esperaba así que me asustó. Su voz era ronca y muy grave. De nuevo hubo silencio y permanecimos quietos, mirándonos. Me cansé de estar de pie y me senté en el muro de la azotea de la vecina. Él se sentó justo en el que estaba delante de mí. Se sentiría invitado a ello... Me hacía gracia cuando me miraba pues estaba moviendo la cabeza de lado a lado cada un cierto tiempo.
-¿Quién eres?- le pregunté.
-Mmmmm...Un extranjero- respondió sonriendo, a la vez de que cerraba los ojos.
-Ah- dije.
-De un lugar, que se encuentra a muchos años de este.
-¿Dónde?- pregunté.
- De un futuro- mi cara debió decirle algo que yo no supe- viaje en el tiempo.
-¡Ahhh!- entendí.- Entonces, vienes del futuro, ¿pero de algún lugar concreto?-Bueno... Podríamos decir que sí- dijo mirando hacia el firmamento. Hubo de nuevo silencio. Ese silencio prosiguió hasta que la campana del Ayuntamiento dio las 6:30. Se asustó con la campanada, se levantó del tirón y se dio la vuelta. Puso la mano en una especia de cinturón en el que tenía una cosa plateada con forma de plátano, que creo que es un arma.
- Tranquilo- dije levantándome. Murmuró una cosa en otro idioma mientras miraba a todos lados apuntando con el arma- tranquilo- le volví a decir, levantando la mano de la misma forma que él hizo cuando lo vi por primera vez.
- JAREIDIVILARMESECURITATOMIJ- dijo; no lo entendí
- No te entiendo- le dije
-Tengo que velar por mi seguridad- me respondió mientras se sentaba de nuevo.
-Claro...
- ¿Sabés por qué estoy aquí?- me preguntó. Me quedé mirándolo fijamente.
-Observar.
-¿Observar?
-A vosotros, a los humanos, para aprender de vosotros.
- Si estás aquí, es que sois más inteligentes que nosotros, ¿no?
-Nos complementamos en ignorancia: vosotros apreciáis cosas que nosotros despreciamos, al igual que vosotros despreciáis lo que nosotros amamos.
-¿Como qué?- pregunté. Su gesto cambió. Se quedó muy serio. Miro hacia abajo y hacia los lados.
-Somos seres totalmente racionales, sin capacidad de ver más allá de lo visible y perceptible. Carecemos de lo que llamáis "conciencia". Sin embargo, vosotros sois seres "semiracionales", podéis ver y sentir más allá de lo que tenéis en frente y aunque no haya nada real, seguís creyendo, porque sois testarudos y cabezotas, hasta el punto de perder la conciencia.- tras un momento de silencio después de su reflexión pregunté:
-¿Estás intentando decirme algo?- me miró y bajó la mirada. Sonó de nuevo la campana del Ayuntamiento.
-He de irme- me dijo. Escuché como un grito y me giré para ver qué podía ser. Cuando contemplé la nada absoluta, volví a mi posición anterior pero ya no estaba. En su lugar había un círculo plateado del tamaño de un vaso y más fino que un papel, apenas con el roce se torcía. Decidí guardarlo debajo del altar mayor de mi local, donde nadie podría verlo jamás.
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L'À XENO ETT AI
Ciencia FicciónEL EXTRANJERO Y YO Él me ha visitado y me ha desvelado cosas que no se pueden revelar, o sí, el destino de la humanidad dependerá de ello, o no...