Soy un proxeneta. Tengo el poder del placer de muchos en mis manos. Soy el puto amo del sexo en esta ciudad y lo odio.
Vivo en un burdel desde que nací, de hecho mi madre era prostituta aquí y por un error, que aún no le perdono, quedó embarazada y ocho meses después nací yo: Salvador. Las ironías de la vida me persiguen: mi nombre habla de salvar, pero gracias a mí el tipo que se decía enamorado de mi madre -quien la iba a sacar de este hueco de mierda- la abandonó; la dueña de este burdel me educó para que buscara ir más allá de esta cuatro paredes llenas de sexo por dinero, pero aquí estoy regentándolo porque ella está enferma y no confía en nadie más... otra ironía porque se contagió de hepatitis C sin tener sexo ni drogarse, todo por una maldita aguja infectada en un hospital y ahora sobrevive porque su cuerpo ya no funciona bien.
Mi madre, Estela, siempre fue la favorita de Julieta y Eliseo, los dueños de uno de los burdeles más exclusivos de la ciudad, tanto así que debes tener membresía para asistir, la policía no nos molesta -muchos de los personajes más insignes de la vida pública se pasean regularmente por aquí- y nunca nos falta vigilancia.
Cuando mi madre llegó aquí huía de su padre, un maltratador a carta cabal que mató a su madre y hermana a golpe limpio, volviéndose la protegida del lugar. Con sólo 13 años ya enloquecía a un par de pervertidos que siempre estaban al acecho, pero Julieta siempre impidió que ella tomara el oficio, en cambio, la mandó a la escuela, le pagó cursos y evitó a toda costa que se vendiera... pero las putas son putas toda su vida, así que ella se acostó con media escuela antes de los 15 y a los 18 ya tenía una larga lista de espera.
Cuando Estela cumplió los dieciocho años le rogó a Eliseo que la dejara venderse, podrían ganar buen dinero ya que ella conocía a muchos hombres interesados en tan solo una mamada de su boca. Las palabras de Eliseo fueron claras, ella se prostituiría sobre su cadáver -ya les dije que las ironías me acompañan ¿no?- pues bien, dos semanas después Eliseo muere de un infarto fulminante. Julieta, quien es la mujer más dura y recia que he conocido en mi vida -y vaya que conozco mujeres- se derrumbó, no podía creer que el amor de su vida, su gran Señor, como ella le llamaba, estuviera muerto. La devastó de tal manera que mi madre se hizo cargo de todo. A los 23 era la puta más buscada, la más cara y más respetada. Vaya títulos nobiliarios, vaya herencia, aunque no me quejo porque soy el jefe más querido, el hombre más buscado de este burdel y doy el mejor sexo que puedas imaginar.
Cuando Julieta se recuperó de su depresión comenzaron los cambios, comenzaron a venir muchas clientas femeninas que venían a reuniones de negocios, y decidió a contratar hombres para los servicios, pero ellos nunca vivieron en este edificio, sólo algunas mujeres. Algunos de esos hombres fueron apoyo para mamá y Julieta y figuras paternas para mí.
Una fiesta privada para el cuerpo diplomático de un país -del cual nunca sabré por deseo expreso de mi madre- lo cambió todo. Durante la reunión dos hombres quedan encantados con mi madre, un extranjero y un local. Ambos volvieron muchas veces, solos y juntos, siempre a ver a mi madre. Estela y el extranjero se enamoraron, ella deja de prostituirse y cuando el extranjero estaba a semanas de retornar a su país se entera que mi madre está embarazada y le promete llevársela. El maldito más nunca volvió. El local, al enterarse que estaba embarazada tampoco volvió. Julieta sabía que eso pasaría, nadie saca a una puta de un burdel y menos si está preñada. Unos días antes de yo nacer se complicó su salud y tuvieron que practicarle una cesárea, pero ella no sobrevivió. Me dice Julieta que ni siquiera alcanzó a abrazarme. ¡Puta vida!
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Salvador
General FictionSoy un proxeneta, regento el club de sexo más exclusivo de la ciudad. No elegí esta forma de vida, me fue dada por las circunstancias. Mi vida ha estado llena de ironías, y hoy, después de tantos años, aún lo está gracias a Tania. Ella cambió nues...