Salvado

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A mediodía Ramiro entra hasta el bar, me entrega mi chaqueta y un sobre rosa, me dice que no le debo nada por el viaje y se despide. La intriga me mata y subo hasta mi habitación, una deliciosa sensación se instala en mi pecho al oler su perfume en mi saco. Me siento en la cama, coloco el saco en la cabecera y abro el sobre que también huele a ella. Me encuentro con una nota manuscrita y mi tarjeta.

"Gracias por la velada, fue mejor de lo que pensaba. Prefiero que no nos volvamos a ver. Tania"

Y con esa nota mi vida termina de joderse.

Rato después Julieta entra en mi habitación, le cuento a grandes rasgos cómo me siento y ella me abraza y me dice que trate de olvidar a Tania, que una mujer así de insegura no me conviene, que no es buena para mi trabajo. ¿Y quién carajo es buena para mi trabajo? Ninguna.

Esa tarde me la paso acostado viendo el techo. A las nueve llamo a Ramiro y le invito una copa, necesito conversar con él sobre Tania.

–A ver Salvador, vuelvo a repetirlo–dice como si yo fuera un chico de 3 años –la llevé hasta un barrio en el otro ladi de la ciudad, uno muy bonito en el que no me dejaron entrar con el taxi, ella me pidió que lo esperara en el aparcamiento, unos veinte minutos después llega y me entrega su saco y el sobre, me pide que se los entregue en la mañana y me da un billete de lata denominación para que no le diga a dónde la llevé. Es todo.

Si algo he admirado de Ramiro en los años que llevo conociéndolo es su discreción y sé que no voy a poder sacar la información que deseo. Los engranajes en mi cabeza empiezan a moverse y decido llamar al alcalde el lunes, ya se me ocurrirá alguna excusa.

El lunes llamo y me contesta una amable señora que me indica que ni el alcalde ni Tania estarán en todo el día. Me invento una excusa y le pido que le indique a Tania que se comunique conmigo. Me paso el día con humor de perros, sólo me reconforta olerla en mi saco.

Vuelvo a llamar el martes y la agradable señora m indica que Tania ya no trabaja para el alcalde, que me comunica con su nueva asistente. Cuelgo de inmediato y desconecto la línea. Me desplomo en el suelo y hago algo que nunca había hecho en mi puta vida: lloro. Es un llanto de ira, de frustración, de impotencia, de odio, de dolor, de tristeza... de soledad. Toda mi vida ha sido siempre una porquería y se hace aún peor, duele tanto el pecho que no puedo respirar, siento que me falta el aire.

Esa noche llamo al alcalde y me dice que ya no trabaja para él, que renunció el lunes a primera hora, encontró una carta en su escritorio pidiéndole que hiciera un donativo con su liquidación. En pocas palabras, se esfumó. Como tengo tantos contactos le ofrezco encontrarla, a él le interesa mi propuesta y me promete sus datos para la mañana siguiente.

Han pasado tres semanas. Tres putas semanas y no he podido encontrarla, aunque he descifrado muchos enigmas: Ramiro no la llevó a su casa, ella vivía en una zona popular y he dado con su residencia, pero me dicen que el domingo se fue con toda su familia -ella, su padre y una niña de unos diez años- y se llevaron todas sus cosas. La he buscado en aeropuertos, terminales de autobús y fronteras, he movido todos mis hilos, he cobrado favores a diestra y siniestra. Nada. Es como si se la hubiera tragado la tierra, ni siquiera Estefanía sabe algo de ella porque nunca ha tenido teléfono móvil

Seis meses sin saber de ella. Sólo me quedan los recuerdos, su olor en mi saco y su carta. Nunca seré el mismo tipo, su rechazo es más fuerte que toda la porquería de mi vida, otra ironía porque me rechazó justamente por la porquería que es mi vida.

Casi nueves meses sin ella. Faltan dos días para Navidad. Las chicas me convencieron para hacer una obra de caridad en un albergue de víctimas de maltrato. Allí la encuentro, sentada con una taza en las manos viendo por la ventana. Me acerco con cuidado y me siento a su lado. Se asusta y se le cae la taza, se tapa la cabeza, claro reflejo de una víctima.

–Jamás te lastimaría linda. Te he buscado como loco.

Ella se voltea abre los ojos y me susurra –¿Tu?

***

Ese día descubrí que yo fui su salvador. Su exesposo la encontró luego que huyó y los secuestró. Su hija y su padre murieron por los golpes que el maldito les dio, ella se salvó pero no quería abandonar ese sitio por miedo. Salimos de ahí juntos, para más nunca separarnos.

Ella llegó a mi vida para rescatarme del pasado y del presente, convertimos La Mansión en un refugio para mujeres y niñas víctimas del maltrato. Han pasado veinte años y aún estamos juntos: ella, yo y nuestros cuatro hijos.

Fui un proxeneta, ahora soy un salvador.

SalvadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora