32. Life's a bitch and so I am.

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Dejaría a Kevin Preston en paz, era su turno de ceder. Si Kevin no quería involucrarse con él estaba bien, no iba a obligarlo a nada. Preston no era el primero que lo había rechazado, tampoco, estaba seguro, sería el último.

(A pesar de que ahora,  ya muy cerca de cumplir cuarenta  no estaba interesado en seguir enamorándose a lo tonto como cuando tenía veintitantos y un mundo que descubrir).

Pero tenerlo cerca de él se había tornado incómodo, como cuando  tienes de ex a un compañero de clases y la maestra los manda a hacer un trabajo junto por el resto del año.

Lo de la gira era solucionable, pero tan sólo semanas atrás habían iniciado con Foxboro Hot tubs (Con Kevin de guitarrista líder) y Billie no era de dejar el trabajo a medias. La única solución que encontraba fiable en esos momentos, era emborracharse hasta la inconsciencia en los shows con su banda alterna y que fuese lo que Dios quiera.

Estos veinte años que había empezado a ser conocido en el mundo de la música, la bebida se convirtió en su compañera más fiel. Era obvio que no era un problema, podía dejarlo cuando quisiera y no lo afectaba. Además, no bebía demasiado, o eso le gustaba pensar. Una copa a las mañanas, un pack de cervezas a la noche, vino con la cena y antes de un show lo suficiente para no recordar ni su nombre.

Sonrió con amargura, dejó su lata de cerveza en la mesa de noche y marcó a su esposa.

—Minnesota girl—saludó con entusiasmo—. ¿Cómo está mi chica?

Billie—escuchó su sonrisa por el otro lado de la línea—. Te estaba extrañando.

—Yo más—dijo él—. Tres meses más y ya estoy en casa—Ella jadeó.

— ¿Tanto?—él hizo un sonido de afirmación—. Joey y Jakob te extrañan.

— ¿Puedes pasarme con ellos?

Están en el colegio.

—Cuando lleguen llámame, quiero escuchar sus vocecitas.

Eso era lo peor de estar de gira, alejarse de su familia y sólo poder oírlos por teléfono. Billie daba lo más de sí para que esos periodos de tiempo fueran más llevaderos para todos, pero seguía
siendo difícil.

¿No puedes estar en casa antes?

—Ya terminamos la parte difícil, sólo unas fechas más por el país y ya—contestó Billie—. Por cierto, deberías venir la próxima. Latinoamérica es genial.

Sería agradable ir contigo, pero ya sabes, hay que esperar. Los niños…

—Lo sé—dijo decaído—. Estaré allá antes de que te des cuenta.

Es demasiado tiempo—insistió ella—. Ya estuviste a fuera por seis meses.

—Tres meses más, luego no saldré de casa en cuatro o cinco años—le recordó, la escuchó suspirar por el otro lado y él repitió su gesto.

¿Alguna novedad? ¿Qué tal vas con Kevin?—él se tensó y miró a los lados, luego apretó los labios.

—Mal—admitió—. Dice que no quiere lastimarte.

¿A mí?—preguntó incrédula, luego soltó una de sus suaves risitas características—. Que ternura. Dile que mejor te aproveche ahora que estás sexy.

—Siempre fui sexy—se quejó, ella se echó a reír.

Bebé, cuando te conocí eras horrible.

—Hjump, las chicas decían que era adorable.

—Pero feo, como un pug o un gremlin—él jadeó, ella estaba riendo a carcajada limpia. Billie se la imaginó limpiándose las lágrimas y su pecho se sintió cálido.

—Igual te enamoraste de mí—dijo él—. Te sacaste la lotería, Eighty.

Joder, Billie Joe, te amo tanto—dijo Addie—. ¿Ya sabes cómo alisarte el cabello solo?

—Sip—remarcó la “p”—. Kevin me enseñó…—su voz perdió la emoción y quedó callado.

Vamos, eres Billie Joe Armstrong, pudiste conquistar a la chica última de las chicas americanas, puedes hacer cualquier cosa.

— ¿Entonces te gustó? La escribí pensando en ti.

Lo sé, me lo habías dicho. No cambies de tema, hablemos de Kevin.

—No hay mucho que decir. Yo quiero meterme en sus pantalones, él es alguien de la vieja escuela.

Pero me dijiste que él también quería meters…u pene en tu trasero.

—Esas palabras tan elegantes, pequeña youngblood—ambos rieron—. Bueno, ya sabes. Él es alguien de la vieja escuela—repitió.

¿Closetero?

—Ojalá, eso se arregla con unos tragos—él bufó—. Es más… del tipo que cree que soy una zorra.

Eres una zorra.

—También te amo, dulzura.

Ya. En serio. Eres una zorra, usa eso a tu favor, sedúcelo hasta que no sea capaz de controlarse, eres muy bueno en eso.

— ¿Eso fue un halago?

Un consejo, y uno sabio.

—Gracias, si me funciona te lo haré saber—dijo Billie— All my lovin'.

Diviértete, amor y no te lastimes la garganta—Billie se sonrojó.

—Supera eso.

Una no puede simplemente superar que su esposo tuvo que cancelar una semana de conciertos por un deepthroat demasiado entusiasta—dijo en tono de burla—. Admítelo, es una buena anécdota.

—No, y si le dices a alguien más me harás llorar.

Tarde, ya hice hasta un borrador de novela. “Mi novio es un devorador de pollas apasionado” comedia romántica para adultos, sigo  trabajando en el nombre.

—Adrienne—advirtió, ella lo ignoró.

De la creadora de “Mi esposo es en realidad una niña de seis años” y el bestseller “Que hacer cuando tu hombre se roba tus faldas, tu maquillaje y tus conquistas“—añadió fingiendo una voz de presentador de televisión

—Te odio—gimoteó

Huele a pulitzer, ¿eh? Espero que fox compre los derechos y…—cortó, sacudiendo la cabeza y guardando su teléfono en el bolsillo.

Actuar como una zorra. Podría ser buena idea.

(O ser la peor cosa que se le pudo ocurrir jamás).

Everlong → KillieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora