Un Nuevo Amigo

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Sorprendida, levanté la mirada y vi mi mano encima de su cabeza. No me lo podía creer.

Pero, tan pronto como había venido el momento, se fue. El dragón pareció regresar a sus instintos y costumbres de dragón, así que volvieron las finas líneas negras en sus ojos, y se alejó de mí volando. Aún así, no podía creerlo.

Esa noche me reuní con unos chicos y chicas de mi edad que estaban sentados en corro alrededor de una hoguera, contando hazañas de dragones. Bueno, los chicos contaban las hazañas, las chicas se limitaban a decir “¡Oppa, qué valiente!” como perritos falderos. Por favor…

Contaron historias de cómo mataron este dragón y aquel dragón, cosas que solo con oírlas se me revolvían las tripas. Pero tenía que aprender todo lo que pudiera sobre esas criaturas. Mi padre nunca quiso contarme mucho sobre su trabajo…

-¡Pues yo iré hasta un dragón y le arrancaré el corazón, igual que hyung!-dijo uno de los chavales.

-Olvídate del corazón, una vez que estés cerca de él y puedas hacer algo levantará el vuelo. Tienes que ir a por las alas y la cola, pues así no podrán volar. Y un dragón derribado es un dragón muerto.

Una bombillita se encendió encima de mí. ¡Claro! ¡Eso era! ¡No era que el dragón era asimétrico, es que no podía volar porque sin la cola no podía mantener la estabilidad al volar!

Decidí correr hasta mi casa para mirar el libro donde había dibujado al Furia Nocturna. Yo había sido la causante de que no pudiera volar… Era mi culpa… El arma de mi catapulta lo había herido… No pude evitar sentirme fatal.

Pero si yo le quité la cola, yo le daré una cola.

Procurando que nadie me viera, me acerqué al taller del herrero del pueblo y encendí las brasas. Él solía estar trabajando todo el rato, así que nadie se sorprendería si veían el fuego del horno y los golpes del martillo contra el metal.

Después de estar martilleando un buen rato, logré conseguir unas varillas rectas. Al gustarme inventarme cosas, necesité aprender a hacer cosas ya que nadie lo haría por mí. Así que aprendí a moldear el metal, coser, cortar madera, pulir superficies… Prácticamente todo.

Luego le quité los tornillos a uno de mis escudos. Necesitaba unos que encajaran en el engranaje que permitieran a la cola abrirse y cerrarse, ya que de lo contrario no podría controlar en qué dirección ir.

Por último cogí la tela más resistente y fuerte que tenía en mi casa y la cosí alrededor de las varillas. El resultado: una cola artificial. Ahora habría que probarla.

Al día siguiente, igual que los días anteriores me dirigí al sitio donde estaba el dragón bien temprano. Me llevé comida para mí y para él, y me amarré la cola alrededor de la cintura. Como la falda del hanbok me molestaba, y también tenía en cuenta que nadie me iba a ver allí, cogí una de las faldas de hace unos años, por lo que me llegaba por encima de las rodillas. Cualquiera que me viera enseñando las piernas se escandalizaría, pero es que una falda tan larga no me dejaba moverme bien. También decidí hacerme unos zapatos con unas suelas más resistentes, porque con tanto viaje los que tenía no resistirían mucho más.

Abrí la puerta de mi casa y me aseguré de que no hubiera nadie. Todavía no tenía que preocuparme por mis padres, porque regresarían en cuatro días, pero si alguien me veía me metería en un buen lío. Tras mirar a todos lados, salí corriendo como una flecha en dirección a aquella depresión.

Y la minifalda era perfecta. Al no ser tan larga, no me tropezaba con ella al caminar, y me dejaba mover las piernas con más libertad, por lo que podía caminar más rápido y ver dónde apoyaba los pies. La falda interior no me la había quitado, pues todavía hacía algo de frío, pero era del mismo tamaño que la falda pequeña: apenas dos o tres centímetros por encima de mis rodillas.

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⏰ Última actualización: Jul 28, 2014 ⏰

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Cómo Entrenar a tu DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora