¡Mataré a un Dragón!

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Hola. ¿Qué hay? Espero no molestar… Supongo que estabas entretenido viendo cosas en internet y tal, así que no sé si querrás oír mi historia… Es un poco aburrida. Aún así…

Mi nombre es Minjung. Significa “inteligencia” y “noble”. Je, je, es gracioso porque puede que sean unas de las pocas cosas que tengo…

Vivo en la era Joseon. Oh, pero no en tu planeta. Es otro universo. Aquí hay criaturas mágicas como duendes, elfos, ninfas… Aunque todo sería más fácil si viviéramos todos en paz…

¿Veis? Ya me estoy yendo por las ramas… Intentemos empezar por el principio.

No soy una chica con un estatus alto en la sociedad. Es verdad que mi padre tiene un trabajo importante, pero aún así no es suficiente para estar en otra clase social. Así que mi destino será, como todas las chicas de esta época, casarme con un hombre y darle hijos. Hacer la comida, limpiar la casa, tejer pañuelos con bellos bordados… Pero si te digo la verdad… Yo… Yo no quiero.

¿Que de qué trabaja mi padre? Oh, ya lo verás más adelante. Solo te digo que desde pequeña he querido hacer lo mismo que él. Y por eso lo he intentado una y otra vez. Y lo seguiré intentando.

Tengo 20 años, por lo que pronto me casaré. Es raro que no me haya casado antes. Supongo que mi madre quería que creciera… Y esa es la cosa. Yo veo a mi madre y sé que no quiero acabar como ella. Como un simple objeto en la casa. Si hubiera nacido hombre hubiera sido todo más fácil…

¡A mí me apasiona inventar cosas! Puedo pasarme horas buscando cómo funciona el mecanismo de un objeto. Y de vez en cuando se me ocurre algún que otro cachivache que mejora mi vida. ¿Qué por qué he dicho mi vida y no “nuestra vida”? Fácil.

Las primeras veces que inventé algo le llevé el objeto a mi padre para que viera que las mujeres también podemos hacer cosas. Sin embargo, luego le atribuyó el mérito a mi hermano mayor, así que en nuestra aldea mi hermano es “el inventor” y yo soy “la inútil”. Qué guay…

Ay, odio el hanbok… Es demasiado aparatoso para andar con él. Cada dos por tres me estoy tropezando con él. Pronto acabaré comiéndome el suelo… Pero no le puedo decir nada a mi madre, de lo contrario lo más seguro es que acabe llevándome una torta…

Ahora mismo, estamos en guerra. Japón nos ataca, China nos ataca… Tenemos que estar atentos porque en cualquier momento nuestra aldea podría ser destruida. Y lo peor de todo es que no te enteras hasta que no es demasiado tarde. ¿Por qué? Sobre todo, por los ataques chinos. Ahí es donde empieza mi historia.

Caminaba sin ver exactamente hacia donde iba. Simplemente iba de un lado a otro. Lo que me había dicho mi madre me había trastocado.

-Hija, ven aquí.

-Decidme, madre.-dije sentándome al lado de ella.

-El hijo del ministro Young ha venido a pedirnos tu mano. Naturalmente, le hemos dicho que sí.

Aquella noticia me cayó como un jarro de agua fría. ¡Yo no quería! ¡Quería seguir teniendo libertad!

-Madre, yo no…

-¡Cuida tus palabras!-amenazó con fuerza.

-Yo no… quiero… casarme…-dije con una voz apenas audible.

¡Paf! De repente, sentí un escozor intenso en mi mejilla, que estaba roja a causa del golpe. Desconcertada, me llevé la mano hasta la piel de mi cara.

-¡Ni te atrevas a decir que no quieres casarte! ¡Ese es el destino de toda mujer! ¡Y si te casas con el hijo del ministro, por lo menos nuestra familia sería capaz de subir de clase social!

Cómo Entrenar a tu DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora