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La vida de Lorenzo Ferro es totalmente diferente a la de un adolescente normal y corriente.

Con 19 años ya había experimentado lo que la mayoría de los adultos haría en toda su vida. Y es qué, con el dinero que flotaba a millones en su família, podía probar de todo un poco.

Le gustaba salir de fiesta pero no tanto como la mayoría de adolescentes millonarios que se topaba seguido. Incluso alguna vez probó la droga, pero no fueron de su agradó, por lo que se decidió (de vez en cuándo) por el dulce y legal alcohol, y una que otra masturbación para ahuyentar la ansiedad que últimamente le estaba ganando terreno.

Éstos últimos días tenía los nervios de punta y no era de sorprender sabiendo lo que iba a ocurrir en pocos minutos. Una reunión muy importante estaba apuntó de comenzar y estaba retrasado.

Pasó de largó intentando no mirar a las personas que lo estaban observando hasta llegar a la sala de juntas. Ya todos estaban ahí. Los accionistas, gerentes principales y otros funcionarios varios que trabajaban para la empresa.

Su padre, el presidente, estaba en una silla exageradamente grande al final de la larguísima mesa de madera. Era un hombre impotente. Sus ojos ámbar tenían algo que te hacía imposible mirarlo por un largó tiempo. Su cabello castaño y su barba empezaban a teñirse de gris por las canas, evidenciando el pasó de los años. Sus cejas pobladas y su espalda ancha le daban un toqué bastante rudo, mientras su traje negro con corbata azul lo hacían ver bastante elegante. Era el perfecto estereotipo de hombre de negocios exitoso y seguro de si mismo. Todo lo contrario a su hijo.

- Llegas tardé, Lorenzo - su voz profunda llenó la habitación

- Lo siento - el aludido no pudo ni sentir lo avergonzado que estaba.

Lorenzo comenzó a divagar. Y carajo, no era porqué no le importará lo que su padre estaba diciendo. Sabía que era algo serió seguro afectaría el rumbó de la empresa y de todos los que trabajan en ella, pero esa clase de cosas ocurría cada mes. Llevaba desdé los quince años metido en ése lugar escuchando esas reuniones que en principio la asustaban y preocupaban, pero ahora que estaba a nada de cumplir los veinte dejo de causar interés en él.

Su padre siempre fue bastante bueno relacionándose con los demás. Tenía una labia impresionante y podía persuadir a cualquier persona sobré cualquier tema. Eran cualidades que el menor no podía presumir.

Lorenzo en sí era modeló frecuente en portadas de revistas cómo <Glamour> <Caras> <Paparazzi> y muchas otras más. Haciendo que las personas dieran por sentado que era una persona con una gran autoestima y nada que temer, siendo el modeló exacto de lo que la sociedad califica cómo "perfección". Pero no era así. Era extrovertido y si, le gustaba ser el centró de atención, pero no para esa clase de cosas "serías".

Su autoestima no era la mejor y menos cuándo sentía que no llenaba las expectativas que todos ponían en él. Sobre todo las de su padre quién siempre lo había presionado para que fuese el sucesor de aquélla empresa.

Su padre seguía hablando y él no había escuchado ni un cuarto de lo dicho. Y es que mierda esa clase de cosas lo ponían tan aburrido que si seguía así, caería dormida en la mesa. Nunca había sido irrespetuoso y le gustaba escuchar a las personas pero ¡joder! que esto acabará de una vez.

Echó un vistazo detrás de la silla de su padre, mientras éste seguía hablando, era una pared entera hecha de ventanas. Unas dieciséis cuánto mucho. Era un día nublado no faltaba mucho para que comenzará a llover.

Suspiró.

Y tampoco faltaba mucho para que su padre diera la noticia y la ansiedad lo estaba asfixiando. Mataría por una gota de alcohol en ése momento.

Niño bonito (A.U) Lorenzo Ferro & Chino Darin (Chenzo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora