02

765 68 40
                                    

Abrío los ojos. O por lo menos hizo un esfuerzo por separar sus párpados.Su ojo izquierdo estaba completamente cerrado. No fue hasta que se despabilo un poco más que se dio cuenta dé dos cosas.

Número uno. Su pómulo estaba tan hinchado qué el dolor era palpitante y secó, cómo si su cara estuviera por estallar.

Y número dos, no estaba en la sala de juntas.

Ni siquiera creía estar remotamente cerca de ése edificio, qué si bien no era su lugar favorito, era seguro y estaba con su padre. Ahora que miraba con un poco más atención a su alrededor podía darlo por hecho. Intentó levantarse pero un sonido que hizo click la detuvo. Su tobillo izquierdo estaba rodeado por un grillete que a su vez estaba unido a una cadena de eslabones gruesos pegada en la pared.

¿Dónde demonios estaba?

Fue entonces cuándo los recuerdos de hace unas horas la invadieron cómo flashes cegadores. cómo la puerta de la sala término volando por los aires, cómo ese grupo de locos entraron armando un escándalo. Cómo ese hombre de mirada aterradora le había disparado al presidente...

- Papá... - apenas pudo articular con un hilo de voz.

Sus manos ensangrentadas sobré el pechó de su padre. Muerto.

--Papá... - no quería llorar. Tenía que ser fuerte. Tenía que serlo, pero, le acababan dé quitar al hombre que le dio la vida.

Era cierto qué siempre tuvieron sus diferencias. Una pelea tras otra y casi siempre por las cosas más insignificantes ni siquiera cuándo lo obligó a entrar a ése espantoso internado. ¡Pero por Dios, era su padre!

Era.

Sin poder resistir mucho se echó a llorar. Sus lágrimas eran gruesas y a diferencia de lo que pensaba la mayoría de la gente, no le estaba haciendo ningún bien llorar, ni le brindaba el más mínimo grado de alivió o desahogo. Dolor y vergüenza era lo único que sentía. A pesar de la poca luz que había en ese momento, aún pudo visualizar sus dedos teñidos de rojo.

Siguió llorando, abrazandose a si misma, calmandose por momentos pero recayendo al instante. A él le podían hacer lo que sea pero ¿por qué a su padre? Se quedó abrazado de rodillas por quien sabe cuanto tiempo.

Incluso seguía así, para cuándo él  llegó.

- Ya despierta niño bonito - Lorenzo levantó apenas la mirada entré sus rodillas para confirmar al dueño de esa voz.

Era él, quién había asesinado a su padre a sangré fria, estaba parado frente a la "entrada" dél cuarto. No se había dado cuenta pero se encontraba en una replica exacta a la de una celda. Puerta de barrotes gruesos y negros, un excusado a su izquierda y una sencilla, por no decir horrible, cama a su derecha.

El menor ni siquiera respondió. ¿Para que diablos la quería despierto? Desdé un principio debió haberle disparado cómo a su padre y dejarlo morir tranquilamente, en su sitio familiar, en lugar de arrastrarlo a esa pocilga para prolongar su sufrimiento.

- ¿Me oíste niño bonito? - insistió. Si había algo qué le molestará a aquél ojinegro era ser ignorado.

- Sí, te oí - respondió secamente para que lo dejara en paz de una buena vez.

- Cómo sea... - respondió molestó el pelinegro, chasqueo su lengua y dio media vuelta dispuesto a irse.

- ¿Por qué?

- ¿Por qué? ¿qué? - respondió molestó volviendo a su posición inicial.

- ¿Por qué lo hiciste?- Toto apenas podía hablar.

Niño bonito (A.U) Lorenzo Ferro & Chino Darin (Chenzo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora