Divina discordia

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"Redención soportada por la sangre del bandido.

Una plaga en la oscuridad.

El pacto se abrazó, un camino no buscado,

La Doncella de la Muerte no danzará en vano".


Lejos, fuera de la vista de todo entrometido, los principales de una ciudadela perdida entre la bruma del misterio y los deseos de libertad; discuten sobre el destino de uno de sus principales generales, ya que la actitud que actualmente ha demostrado hacia sus semejantes han llenado de discordia el pequeño poblado, debilitando la etérea paz que han logrado conservar a costo de sangre y sufrimiento. En medio de un gran salón dentro del castillo de cuarzo al centro de todo el inefable complejo de montañas y valles.

─ ¡Está fuera de control, debemos expulsarla de inmediato! ─ Se escuchó una furiosa voz desde algún punto de una gran mesa redonda de cristal azul translúcido. Colgados, encima de ella están los restos de lo que parece ser un antiguo árbol de roca y cristal en cuyas ramas parecía haber tenido alguna vez algunos cristales, arrancados de él hace mucho tiempo. En su tallo está grabado una perturbadora frase: "El antiguo árbol de la armonía, muerto por negligencia, Equestria sucumbió tal día que el crepúsculo tomó el poder".

─ ¡Eres un idiota, acaso no recuerdas lo que ha hecho por todos nosotros! ─ espeta otra voz desde otro lugar del gran salón de reuniones.

─ ¡No, debemos de ejecutar a su protegida!

─ ¿¡No recuerdas lo que acaba de suceder!? ¡Casi mata a ese pobre terrestre a golpes! ¡Gracias al sol que fue lo bastante resistente para soportar tal castigo! ¿Te imaginas lo que le haría a todos aquí si desatáramos su furia?

─ ¡Sería preferible servir al imperio en tal caso!

Un sinfín de objeciones, discusiones y risas burlescas se dejan escuchar por doquier. En el asiento principal, una criatura que se pensaría extinta para los tiempos actuales es testigo silente de la gran polémica: un gran dragón de al menos el doble del tamaño de un minotauro, poseedor de unas alas tan grandes que fácilmente abarcarían la redondez de la enorme mesa sin problema, poseedor de escamas púrpuras azuladas y garras de color ágata, con grandes y poderosos brazos marcados con cicatrices que son testimonio de batallas pasadas, permanece inmóvil mientras con una de sus garras frota su barbilla y con la otra juega una gran gema que de devora poco a poco. A su lado, una impávida anciana; la General Moonshadow observa con ojos tristes y cansados un lugar vacío entre las muchas criaturas que poco a poco comienzan a agredirse unas a otras al tomar calor la discusión. Delante de esa sencilla silla puede leerse: General Opallium Gaisras, Protectora de Nimbus.

Debido a la tremenda discusión una cebra se atreve a tomar aquella silla vacía; es entonces que el dragón de nombre Orestes, hijo del Gran Spike el Conquistador del Norte ruge con gran estruendo, como si millares de voces gritaran al unísono:

─ ¡Silencio! ─ Es el momento en el que todos callan y algunos ensangrentados, golpeados y heridos regresan a sus lugares como si la cordura hubiese regresado a todos al tiempo que suena la poderosa orden. ─ Como todos sabemos, sin la ayuda tan valiosa que Opallium nos ha brindado desde que la halló la General Moonshadow todos ustedes y sus respectivos pueblos habrían sido exterminados por la guerra o el hambre ─ continuó el poderoso dragón con una ronca y autoritaria voz.

─ Gran Orestes ─ interrumpe con un tono seco, pero lleno de humildad y súplica mientras todos los presentes voltean a ver al locutor de esa sencilla frase, la General Moonshadow ─ yo he sido la primera en sentir la decepción recorrer mi alma al presenciar los actos que mi protegida ha cometido las últimas semanas, si bien ha aportado una ayuda incalculable sus actos no se clasifican más que como traición a nuestra causa y a nosotros mismos.

Amistad más allá de las nubes, Una novela de MLPDonde viven las historias. Descúbrelo ahora