Por alguien como tú

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Dragon Ball, sus secuelas y sus personajes no me pertenecen, son obra de Akira Toriyama y la Toei.

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Se acomodó la chaqueta, mirando en el pardo reflejo de la nave el símbolo de la Corporación Cápsula sobre su brazo, soltando un largo suspiro mientras bajaba sus manos a los costados. -¿Estás listo, cariño? – Bulma colocó una mano sobre su hombro, mirándolo desde abajo, recibiendo una leve sonrisa y un asentimiento.

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Estaba cansado ya de la situación, no habían parado de entrenar, pasaban horas y horas luchando uno contra el otro bajo la desgastante luz del día, pero eso no era lo que lo molestaba, ni lo que lo hacía querer mandar las cosas por un tubo. Desde que se había decidido a abandonar a su madre y adentrarse en el bosque junto con Gohan no le quedaba más que los arduos ejercicios a su lado, pero ya no daba más, y las masturbaciones constantes por las noches ya no lograban calmar su necesidad, es más, parecía que se había vuelto un esclavo adicto de aquel deseo que lo dejaban harto y asqueado de sí mismo.

Y es que después de tantos días, ver a Gohan, parado en el acantilado lleno de seriedad y calma se le hacía una tarea complicada, encontrarse con su cuerpo desnudo durante las duchas, que evitaba a toda costa fueran juntas, se la ponía dura, tanto que se veía obligado a desaparecer en ese momento, con miedo de que su erección pudiese atravesar incluso su ropa de entrenamiento. Y debía admitir que la situación iba avanzando, empeorando con cada minuto que tenía que permanecer con él a solas.

Al principio no era así, por supuesto, al principio, cuando comenzó a descubrir dentro de sí mismo esa inquietante sensación y gusto por su mentor, algo más allá de admiración o amor filial, se conformaba con tocarse él mismo, con saciar su sed y deseos simplemente pensando en él cada vez que cerraba los ojos y escondía las manos dentro de las sábanas o las duraderas horas en el lago. En aquel entonces no había habido la conocida incomodidad, es decir, durante sus combates, en donde el contacto era simplemente necesario, Trunks se había mantenido tranquilo, al margen, ni con la más remota idea de buscar algo, ni siquiera se sentía con el suficiente valor o coraje de hacerlo.

Eso, por desgracia, se terminó, y el poderoso Trunks yo-puedo-con-esto, se derrumbó presa del tiempo y los desgraciados sentires internos que iban en aumento. Sin embargo, descubrió, después de unos cuantos meses de permanecer juntos, que en la mirada de Gohan había algo, un extraño brillo que había cambiado, algo que se aparecía cuando lo miraba fuera de las peleas, cuando se detenía en la entrada de su cabaña compartida y clavaba los ojos en su figura. Esa, la manera en la que lo miraba Gohan, era la misma en la que él lo hacía.

Lo había atrapado, descubierto infraganti cuando pegaba sus ojos a su trasero, lo hacía cada vez con más cinismo, y él mismo había sido descubierto más de una vez mirándole el bulto a Gohan, mordiéndose el labio para no decir nada cuando la ropa interior en la que dormía le quedaba demasiado ajustada. Y la cercanía, odiaba la cercanía, odiaba esa soledad que lo envolvía, y lo que había sonado a buena idea, ahora era descabellado decir que podían vivir solos sin que las hormonas despertaran sedientas de contacto y deseo.

Era extraño, pero cuando caían las tardes y el silbido de la noche los acompañaba en la reducida habitación donde dormían, y dormir, era exactamente lo último que podían hacer. El ambiente se ponía pesado, la tensión sexual era respirable y se maldecía por eso, insultaba mentalmente a los grillos de afuera que se callaban en los momentos menos precisos, dejándolos en un silencio incómodo, uno en donde la testosterona era palpable y su miembro crecía solo con pensar en toda clase de cosas sucias que podía estar haciendo el lugar de quedarse quieto sobre su enredón.

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